Palabras de Raúl Rodríguez (Premio Nacional de Cine 2017)
Queridas amigas, queridos amigos:
Me parece importante destacar momentos en la vida de Manuel Herrera Reyes poco conocidos, comenzando desde finales de 1959 y principios de 1960.
Participa activamente en la creación del cineclub del Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara, en actividades de cine debate y filmaciones en 8 mm y 16 mm de pequeños proyectos documentales.
El cineclub logra presentar antes que las demás provincias una muestra de los primeros documentales del ICAIC.
- Carta de Dorticós a los estudiantes chilenos, de Roberto Fandiño.
- Por qué nació el Ejército Rebelde y Los tiempos del joven Martí, de José Massip.
- Esta tierra nuestra, de Tomás Gutiérrez Alea.
- Sexto Aniversario, de Julio García Espinosa.
Y por primera vez, el Noticiero ICAIC Latinoamericano.
Recuerdo la filmación en Santa Clara de la última historia del largometraje Historias de la Revolución,titulada«La batalla de Santa Clara».Participa como asistente de Manuel Octavio Gómez y de Manuel Pérez Paredes en el movimiento de extras y fondos. En esta oportunidad conoce a Tomás Gutiérrez Alea (Titón), director de la película, y a su productor, Saul Yelín.
Su primera experiencia en el cine cubano.
Meses después se traslada a La Habana. Comienza a trabajar en el ICAIC. Sustituye a Humberto Solás en la Revista Cine Cubano, pues este se traslada a la empresa productora de películas. Alfredo Guevara es el presidente del ICAIC y director de la revista. Saúl Yelín es ahora director de Relaciones Internacionales y también la atiende directamente. La arquitecta Selma Díaz es la coordinadora.
Su objetivo: ser cineasta. Trabaja como asistente de dirección con Titón en Las doce sillas, así como en otros largometrajes. Ahora se plantea hacer documentales. Hace todo lo posible por lograrlo. La producción de cortometrajes y dibujos animados realizados por el ICAIC durante las décadas del sesenta y el setenta es notable y muy reconocida en festivales internacionales.
Recuerdo que en octubre de 1964 debuta como director delDepartamento de Documentales Científico Populares. No puede terminar su primer documental, lo necesitan urgentemente por su experiencia como director asistente en una compleja producción, Guantánamo,de José Massip.
De regreso a La Habana dirige varios proyectos de carácter didáctico. Se traslada al Departamento de Programación Artística. Realiza varios documentales de temas por encargo y de ideas y guiones propios. Carnaval 70es uno de ellos. Notable documental con una interesante estructura y original banda sonora.
Recuerdo: Girón, de 1972, quizás el más logrado proyecto fílmico de ese año. Se une el documental a la ficción. Película multipremiada.
Años después tuve una experiencia inolvidable mientras trabajaba con otro equipo de documentalistas cubanos en Surinam. Participé en la capital Paramaribo de una proyección insólita, donde se citó a muchos sectores de la población a un local enorme parecido a un hangar. Sin presentación previa comenzó la proyección de Girón, que fue aclamada por miles de personas. Nunca he olvidado ese día donde el cine cubano brilló tan alto, y les digo sinceramente, fue la experiencia con público extranjero más emocionante que he experimentado.
He tenido el privilegio de trabajar con Manuel Herrera en varias oportunidades, y conocerlo desde que éramos adolescentes en Santa Clara. Cuando leemos su currículo nos parece asombroso todo lo que ha aportado al cine cubano. Además, ha sido durante años profesor de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. También ha colaborado con la escuela nacional de cine y televisión: FAMCA. Ha sido dirigente de cineclubes a nivel nacional. Participa cada vez que el trabajo se lo permite junto con su esposa Eslinda Núñez en el cineclub Cubanacán, de Santa Clara.
El llamado de la hora, mediometraje de carácter histórico y ficción, lo promocionó para la realización de largometrajes. Fue importante también su paso por la Cinemateca de Cuba, experiencia que él valoró muchísimo en los años en que la dirigió.
Compartió el guion de su largometraje No hay sábado sin sol con el gran escritor y cuentista cubano Onelio Jorge Cardoso. Realizó Capablanca, en coproducción con la cinematografía de la Unión Soviética en 1986, y Zafiros, locura azul, en 1997 en coproducción con un productor independiente de Estados Unidos, considerada una de las películas más exitosas del ICAIC. Tuvo una presentación especial en la ciudad norteamericana de Miami con muy buena aceptación de público y de la crítica especializada.
Ha realizado publicidad para promocionar el turismo en el exterior. Para la televisión cubana también laboró en el serial Día y noche, y dirigió La leyenda de Guanaroca, de dos capítulos, con un estilo más cinematográfico que televisivo.
Con Bailando Chachachá, coproducción con España, integra el musical al drama. Interesante experiencia con actores jóvenes debutantes. No es solamente un melodrama. En su guion y realización descubrimos lecturas novedosas que hacen de este un filme importante.
Dato interesante: fue la última película realizada por el ICAIC en formato de 35 mm.
Todavía habría mucho que hablar de este cineasta y amigo. Su actitud ante la vida es muy vital y optimista. Sigue trabajando y transmite sus valiosas experiencias a la nueva generación.
No debo terminar sin decir que Retrato de un artista siempre adolescente (2019) es una obra que tiene el privilegio de no solamente descubrirnos a un Julio García Espinosa, Premio Nacional de Cine, realizador y teórico del cine cubano de amplio prestigio internacional, sino exponernos con emoción y sinceridad lo que ha significado para la cultura el ICAIC. Y lo que sigue aportando como el primer organismo cultural creado por la Revolución cubana en 1959.
Muchas felicidades, amigo, hermano. También a tu querida esposa, Eslinda Núñez, actriz insignia del cine cubano, con gran experiencia en el mundo del teatro y la televisión, Premio Nacional de Cine. Sin olvidar a tu hijo, Inti Herrera Núñez, que ya forma parte de la nueva generación de cineastas.
Un abrazo.
Muchas gracias.
Palabras de agradecimiento de Manuel Herrera por la entrega del Premio Nacional de Cine 2022
En el cielo nocturno de Santa Clara brilló una estrella fugaz… —Pide un deseo, hijo, pide un deseo—, dijo mi madre, entre ingenua y esperanzada…
Hoy agradezco a este jurado que me honra al designarme para este premio. Son mis compañeros de toda la vida. Ellos me conocen bien. Eso me honra y me hace sentir contento. Gracias amigos.
Ayer, un periodista me preguntó: ¿cómo se sintió al ser designado para este premio?
—Igual y contento—, le respondí.
Igual, porque nada en mí cambia, y contento, porque significa que mi vida ha valido de algo, que en el breve tiempo en que se cruza por ella, como se cruza una calle, algo se ha hecho, y quienes me conocen, lo reconocen.
Y pienso entonces en mi compañera, tan feliz ahora, como yo lo estuve con su premio. En el rostro alegre de mi hijo… En mi nuera, llorando emocionada en mi hombro, en mis nietos, que se alegran sin saber por qué, y en mis padres, que donde quiera que estén celebran como les gusta hacerlo, con el vino fabricado por mi abuelo. Y pienso en mi Santa Clara querida, en sus calles y sus gentes, que un día me consideraron hijo ilustre.
Pero, como dijo Martí: «Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz». Mis preocupaciones son de otra índole.
Más esperanzado que ingenuo asistí hace unos días a una reunión donde se nos habló de los planes para el futuro. Planes grandes, sin dudas, y que requieren de mucho trabajo. A medida que los conocía conformaba la idea de estar en un nuevo camino. Después de atravesar largos años de probar, probar y no llegar, estábamos ahora enfilados hacia la refundación del ICAIC sobre sus bases históricas, pero acordes con los tiempos. Y pienso que esa es la clave más exitosa: la refundación.
¿Es posible a la luz de hoy reconstruir el pasado y volver a hacer funcionar el ICAIC como lo hacíamos antes? No me parece posible. Los tiempos cambian y las condiciones de producción cinematográfica son y serán otras y más agudas en el futuro.
Negarse a navegar con los tiempos es ir a contrapelo de la historia.
Hace hoy 63 años se promulgó una ley que estableció, por primera vez, el cine como un arte. Para mí, el concepto de cine de arte hoy se relaciona más con el gusto del espectador que en los años cincuenta y sesenta, pero no ha muerto. Es un cine de ideas, que puede contar bien o mal una historia, pero que fundamentalmente nos hace pensar.
Muchos de los compañeros de mi generación nos hemos mostrado preocupados por el futuro de lo que construimos a lo largo de estos años. No hay que preocuparse, porque hoy volvemos a ser todos uno, y uno para todos en busca de un futuro.
Cada día pienso más que la clave del éxito del ICAIC que me gusta llamar «clásico» no se puede encontrar en un solo aspecto. Hay que considerarlo como un movimiento cultural, con una divisa: «La formación de un clima propicio a la creación» alcanzó una unidad dentro de la diversidad, con una extraña y prometedora relación entre funcionarios y artistas. Hoy, el Fondo de Fomento del Cine Cubano, los colectivos de creación independientes, la posibilidad económica de hacer y la futura film commission imponen nuevos caminos.
Hoy vamos en vías de lograr la base material para estructurar la producción, para recuperar las pantallas y muchas cosas más, pero debemos también recuperar ese impulso necesario para la creatividad que se envuelve en la discusión y el intercambio. Sentir que la obra del otro es tan importante como la personal. El Festival Nacional de Cine puede ser una vía, porque hoy los cineastas somos una multitud de potencialidades creativas dispersas y luchando cada uno por hacer su película. En esas condiciones, por la característica plural del cine, funcionar como un movimiento artístico es muy difícil.
¿Podría la UNEAC desempeñar un papel aglutinador? No lo creo.
El movimiento de los cineastas cubanos tal vez pudo ser una solución, pero no logró centrar sus objetivos. Fue, tal vez, el último canto del cisne.
La creación de una academia de cine, como las existentes en otros países, puede coadyuvar al trabajo de refundación de la industria, ser un incentivo a la calidad, dotar de un mecanismo para la designación de las obras a competir en los festivales, su categorización mediante los encuentros y discusiones y dotar de un cuerpo estructural el Premio Nacional de Cine. No impongo, solamente propongo.
Pero pensemos en este premio, anual y único. Requiere de una revisión para considerar —no que se compartan los premios, porque eso lo debilita—, sino que se establezca una división por especialidades para hacer justicia a tanto técnico-artista con merecimientos, que, por su edad, nunca alcanzarían a tenerlos en vida, pero bien entendido, que este no es un premio laboral. Estudiar las categorías necesarias y hacer que las nominaciones sean tan valiosas como los premios.
Me he tomado la libertad de hablar del futuro… que también es mío, nuestro, de todos los que contribuimos con un granito de arena al nacimiento de nuestro cine y de los que hoy impulsan su continuidad… Mañana no será igual, pero seguirá siendo nuestro cine, con su mirada artística, irreverente y revolucionaria. Hasta luego, tal vez, algún día, todo vuelva a comenzar y cuando cruce una estrella fugaz por el cielo de la noche, ese será el deseo que, más esperanzado que ingenuo, pediría…