Transcripción de Un documental sobre «Adorables mentiras» (2006), dirigido por Carlos Barba.
Gerardo Chijona
Adorables mentiras se escribió en 1989 y se estrenó en 1992. Fueron años en que la sociedad cubana cambió mucho. La película era la misma, pero Cuba cambió; entramos en los años durísimos del período especial. Y cuando en el 89 escribíamos algo, muriéndonos de risa, en el 92 se convertía en diálogos suspicaces y sospechosos. O sea, las lecturas cambiaron. Y yo siempre dije, y lo mantengo —puesto que se hicieron muchas lecturas, bien y mal intencionadas, y acertadas y equivocadas—, que la película era cualquier cosa menos un panfleto político, pues si fuera eso, para mí sería un fracaso. Porque después de pasado el minuto de escándalo, la historia se iba a morir. Y tengo la impresión de que si sigue viva es porque no era un panfleto, sino una película sobre la condición humana.
Luis Alberto García
Con Adorables mentiras se ha sido injusto. La película salió en un momento difícil para los cubanos. Cuando se concibió, todavía no había caído el Muro de Berlín, ni había llegado la Perestroika, pero ya existían atisbos de eso en el mundo. Y como la película fue especialmente dura, ya que mostraba el fenómeno más que latente de la doble moral en todo su esplendor, pues no era una película agradable para muchas esferas de nuestra sociedad. Y por lo tanto no se le dio mucho calor, ni mucha propaganda, ni se le hizo un gran estreno, ni se formó mucha alharaca con ella en la prensa.
Recuerdo que un funcionario que ya no está se quejaba en aquella época de que las obras de arte cubanas no alertaban sobre los males que estaban sucediendo de manera agigantada en el país, y yo le dije: «Bueno, mira, aquí tienes esta película», y me respondió: «Sí, pero es que esa película es demasiado dura, es muy cínica». Sin embargo, yo siempre dije que para mí no era un filme tan duro, pues más duro era lo que uno veía en la calle.
Gerardo Chijona
Pienso que lo que provocó la polémica y la demora en la exhibición fue que el entorno se enrareció mucho. No olvidar que salió después del escándalo de Alicia en el pueblo de Maravillas (1990), le tocó cargar un poco con el estigma, hasta el punto que hubo algunos que decían que Adorables mentiras era peor que Alicia… Entonces, nunca me creí todo lo que se decía, puesto que todos sabemos que cuando uno termina una película está demasiado compenetrado con el material, con esos personajes, y yo, en la medida en que los comentarios me llegaban, sentía que se decían cosas que ni a mí ni a Senel Paz nos pasaban por la cabeza. Por supuesto, la obra tiene un lado cuestionador de los problemas de nuestra sociedad, que es la doble moral instaurada a todos los niveles.
Luis Alberto García
Yo conocía a Chijona del mundo del cine. Sabía que había trabajado muy cerca de Alfredo Guevara, sabía que era un teórico y un estudioso muy acucioso del cine cubano y mundial. Había visto sus documentales Kid Chocolate (1987), El desayuno más caro del mundo (1988), Una vida para dos (1984). En el cine de largos de ficción no había hecho nada. Entonces nos llamó a Isabel Santos y a mí, que ya habíamos trabajando como pareja en otros muchos proyectos, para enfrentar esta película. Nos dio el guion, y me encantó. Lo que más me sorprendió de Adorables mentiras, en aquella fecha tan lejana, fue que era un guion duro, en el sentido de que tocaba muchas cosas que andaban mal en la sociedad cubana y me maravilló.
Gerardo Chijona
Yo no tuve la fortuna de ir a ninguna escuela de cine, sino que me formé en la industria. Fui asistente de edición, de dirección, hice un poco de todo, y el sistema que había en el ICAIC era que antes de pasar a la ficción había que demostrar que uno era capaz de hacer una serie de documentales que tuvieran más o menos pies y cabeza.
Esa fue la escuela de todos nosotros. Yo hacía documentales, sobre todo, de testimonio, y se exhibían en los cines. Se filmaba con una cuota muy limitada de película y siempre desde el documental trabajé con guiones bastantes cerrados y sólidos, y me preparaba mucho durante el proceso de investigación y de rodaje.
Lo que hacía, de alguna manera, era dirigir a los no actores, porque tenía que llevarlos prácticamente a que me repitieran lo que antes me habían dicho, pero yo quería que lo hicieran delante de la cámara. Pienso que esa fue mi escuela de dirección de actores, caótica y anárquica, porque nunca hice teatro ni televisión antes de llegar a dirigir ficción. Esa herencia la seguí cuando realicé Adorables mentiras.
Isabel Santos
Adorables mentiras yo la hice tres veces. Porque a Chijona le gusta mucho ensayar, y se grabó en su misma casa, dos veces, y después en 35 mm. O sea, él estaba muy seguro de lo que quería, porque ya tenía la película grabada dos veces.
Gerardo Chijona
Nos encerramos en esta misma casa y ensayamos un buen porciento de la película, por lo menos las escenas fundamentales. Junto con los actores fuimos descubriendo el diseño de los personajes, por dónde iba cada cual, sus objetivos en toda la película, en cada una de las escenas, y siento que ese fue una especie de laboratorio creativo en la casa.
Isabel Santos
A mí no me gusta ensayar. Yo creo que el cine es de ese pequeño instante, que es como cuando tú esperas el tren, y si no te montaste, te quedaste. Esa magia tiene el cine que, a veces, en una toma suceden cosas, en la siguiente pasan otras que, por luz, por algo que sucedió, o porque el otro actor te dio cosas, no siempre sucede así. Yo creo en eso y por lo tanto no me gusta ensayar mucho. Prefiero ir a tirarlo todo. Si lo ensayo sé que no estoy dando todo, sé que no estoy dando el cien por ciento.
Luis Alberto García
Nos mudamos a casa de Chijona, vivíamos ahí casi, y fuimos montando escena por escena Isabel, Chijona y yo, y el Pavo, el director de fotografía. Filmamos la película en video una vez entera, la revisamos, veíamos en el monitor qué tal había quedado, qué le gustaba a Chijona, qué no le gustaba, qué nos gustaba a nosotros. Y filmamos la película por segunda vez en video. Recuerdo que le dije a Chijona: «Ya comienzo a estar un poco harto de esta historia, porque hemos hecho la película dos veces». Y en ese punto Isabel Santos se enfermó con hepatitis y de pronto pensamos que todo el proyecto se iba a la mierda.
Gerardo Chijona
La película se detuvo tres meses. Mis primeras canas y mis primeros cabellos perdidos vienen de esa etapa. O sea, yo quería esperar por Isabel, porque valía la pena esperar por ella, pero bueno, siempre los productores piensan de otra manera. Al final pudimos seguir con ella y ahí está el resultado.
Isabel Santos
Le agradezco a Chijona, porque en ese momento yo me enfermé y él supo esperar por mí, pues decía que yo era el personaje de esa película. Además de que me puse muy contenta cuando Senel Paz me dijo que escribió el personaje visualizándome, viéndome todo el tiempo, y eso me dio una alegría tremenda, porque no siempre piensan en ti para un personaje desde que nace en el papel.
Gerardo Chijona
Yo soy un poco vago para seleccionar a los actores y me gusta desde el proceso de escritura tener en mente a qué actor voy a usar. Cuando se puede, cuando no se puede, no. Pero sí me gusta pensar en ellos, porque siento que ahí todo el mundo gana, gana el director y gana el actor, cuando uno sabe en boca de quiénes esos personajes van a estar. En Adorables…, prácticamente, estaban todos definidos, menos el personaje protagónico masculino, el de Jorge Luis.
Luis Alberto García
Sé que Chijona tuvo que defenderme, a Isabel no, pero a mí sí. ¿Qué pasa? Ya en esa época, en 1988, mi cara estaba demasiado quemada. No sé cómo dirán en otros lugares, pero en el argot de los actores es que te has visto demasiado, que has estado demasiado expuesto. Cuando Chijona les planteó a algunos de sus colaboradores que me quería emplear junto a Isabel, pero cambiándonos totalmente, o sea, provocando un cambio total en el registro actoral que hasta ese momento habíamos mostrado, hubo gente que le comentó que quizás sería bueno no emplearme y buscar otro actor.
Gerardo Chijona
Nadie veía a Luis Alberto en ese personaje, incluso, creo que ni él mismo, pero yo sentía que sí, que cabía perfectamente en la película, cambiándole el look. Eso fue lo que hicimos, externamente, quiero decir. Y tengo que decir, para mi tranquilidad, que no me equivoqué. Siento que demostró que podía cambiar el cliché en el que lo habían encasillado, como un actor que solo podía hacer personajes populares, marginales, y que no había espacio dentro del rango de personajes que él podía interpretar, como Jorge Luis, que era un poco más refinado, más sofisticado.
Luis Alberto García
Siempre recordaré que Chijona peleó muy duro para imponer su decisión, que fue trabajar conmigo, y eso también me encantó. Fue como un acicate para que yo deseara, más aún, hacer la película y cumplir con la expectativa que tenía Chijona. Lo primero que nos planteó fue: «Luisito, Isabel, ustedes han hecho muchas cosas como pareja, casi la gente está un poquito harta de verlos, pero en este caso yo quiero hacer algo totalmente diferente, quiero que hagan dos personajes que hasta ahora no han hecho, eso incluye cambio físico». Adorables mentiras es la primera película en la cual yo di un bajón de peso de quince kilogramos.
Isabel Santos
Yo creo que no era el momento para que yo hiciera ese personaje. Si lo volviera a hacer le pondría más salsa a Sissy, más locura. Ella debía tener un erotismo que yo no lo doy en la película. Tenía que ser una mujer con un sex appeal y una onda del carajo, y que cuando saliera en la pantalla fuera impactante. Y yo me esforzaba por hacerlo, pero sé que no.
Gerardo Chijona
El personaje que hace Isabel, para mí, es el más difícil de la película, puesto que era una actriz que estaba representando tres mujeres en un solo cuerpo. Era una delante de su marido, otra delante de su amante y otra delante de su amiga. Tres facetas de una misma mujer, e inclusive tengo que decir que el personaje que hace Mirtha Ibarra salió de una necesidad dramática de ver a Isabel tal y como era, o sea, sincera.
Sentimos, de pronto, que no había nadie con quien pudiera ser ella durante esa vida de mentiras y falsedades que le tocó vivir, que no escogió, y por ahí salió el personaje de Nancy, que era su amiga confesora, con la que podía ser totalmente abierta y sincera, cosa que no podía ser con su marido, porque estaba con él por conveniencia, y tampoco con su amante, porque no quería que la descubriera tal y como era y perderlo.
Siento que logró interpretar esa trilogía —que le costó trabajo, porque era una tarea enorme para cualquier actriz y más para una que trabajaba con un director debutante—, con la experiencia de ella, y con lo poco que yo sabía, y el personaje salió. Y también logramos cambiarle un poco el look que tenía de niñita buena. Cuando era niñita buena, era por necesidades de la historia, pero cuando era niñita diabla, le salía el diablo también y siento que ahí logró un rango interesante en el personaje, siendo una en una escena, y siendo otra en la siguiente, y eso cualquier actor sabe que es un trabajo dificilísimo. Realmente estoy muy agradecido y contento con el trabajo que hizo Isabel Santos en la película.
Luis es un actor que, siempre digo, quiero tenerlo en una película, pues no solo desempeña muy profesionalmente sus personajes, sino que es el tipo de actor que cuando sabe lo que tiene que hacer, uno puede dejarlo solo. Él sabe perfectamente por dónde va la cosa, cada día de rodaje, en cada escena de la película, en cada momento de la historia. Además, crea una atmósfera muy positiva en un rodaje. Y yo sabía que él con Isabel —ya habían hecho Clandestinos (1987) —, tenía una química interesante que yo podía utilizar y podían ayudarme, pues yo lo que hice fue protegerme, en tanto que era mi primera película, y trabajar con actores profesionales.
Yo no tenía un libro de dirección de actores, pero después uno descubre que cada actor demanda un tipo distinto de dirección, sobre todo cuando son más técnicos, más profesionales, más intuitivos. Tuve que aprender a lidiar con diferentes tipos de actores. Mirtha Ibarra, por ejemplo, es muy técnica, muy profesional, demanda explicaciones en cada una de las escenas, por qué está ahí, por qué hace lo que hace, por qué cuando va de un lugar a otro lo hace en esa dirección y no en otra, por qué cuando dice un texto con esa intención y no con otra. Eso fue para mí realmente un reto, porque Mirtha tenía la escuela de Titón, que es muy profesional, y yo tuve que subirme la parada para poder dirigirla.
El personaje que hace Thais Valdés, que en el guion era pequeño, ella lo enriqueció de una manera increíble. O sea, para mí y para los actores, el objetivo de cada uno estaba claro en la película, pero había unos que tenían más intensidad que otros, y yo siento que Thais le dio otra dimensión que no tenía en el guion su personaje, lo elevó realmente a un nivel de conflicto tan interesante como los demás. Todos los problemas de Flora aparentemente eran como de comedia italiana, pero cuando pasaron por el filtro de Thais se convirtieron en los problemas de cualquier mujer cubana en un entorno similar, y siento que ese personaje también le dio otro aire a la película, le dio el aire de la «anormal», pero cargada de todos los prejuicios hacia la sexualidad, hacia el machismo, que eso no estaba en el resto de las subtramas de la película.
Algo similar sucede con el personaje que hace Jorge Cao, que es el director de cine que busca un guionista con talento que lo saque de la mala racha en la que está, y aunque muchos compañeros en la industria no están de acuerdo con la manera en que yo reflejé a un director de cine cubano —prefería decir que el director era yo para que no hubiera problemas y que la película era autobiográfica—, yo siento que el personaje que interpreta Cao redondeó el cuadro que teníamos.
Para conformar el staff, me viré para las personas que habían trabajado conmigo cuando hacía cine documental. Por ejemplo, Julio Valdés, que fue el director de fotografía que hizo todos mis documentales, y la verdad que fue de una ayuda extraordinaria. Yo no tenía mucha conciencia de lo que era la planificación de las escenas en un rodaje, lo que era un storyboard, estaba en cero, y ahí si yo confié totalmente en el Pavo, porque él sabía por dónde iba la cosa.
Yo solamente tenía el concepto general de la fotografía, de la puesta en escena, del look que pudiera tener eso en pantalla, pero quien tenía que traducirlo en imágenes era él. Con Edesio Alejandro, que hizo la música, ya había hecho El desayuno más caro del mundo, y habíamos hablado de trabajar juntos en el primer largometraje. Edesio —que en ese momento no tenía las condiciones de producción que tiene ahora, que tiene su propio estudio—, rápidamente captó por dónde iba la atmósfera sonora de la película, en cuanto a música. También trabajó en los efectos, que los está haciendo continuamente con las películas mías y con las de Fernando Pérez, y fue de mucha ayuda, pues todos sabemos que cuando uno está filmando a veces no tiene la más mínima idea de qué música va a acompañar una escena, y Edesio, cuando vio el primer corte, parió la música en tiempo récord.
En cuanto a la edición de la película, ahí sí que rompí esquemas. Yo había montado mis documentales con otro editor, pero aquí quería trabajar con Jorge Abello, que había editado las películas de todos mis amigos. Sentía que tenía un estilo de editar que venía bien con cómo yo me imaginaba la película, o sea, quería que tuviera un ritmo muy dinámico, pero había momentos en que la historia tenía que reposar, en que los personajes no se explicaran, que tuvieran un aire, digamos, más íntimo en las escenas, que demandaban otro tempo de interpretación, de rodaje y de edición.
Tutti, como le decimos los amigos a Jorge Abello, fue muy diestro en poner cada cosa en su lugar, puesto que hacía falta que la historia tuviera una arrancada muy trepidante, muy rápida y después fuera disminuyendo la velocidad. Queríamos que la película tuviera ese diseño de edición sin que se convirtiera en una película aburrida, y que los personajes tuvieran espacio para irse descubriendo ante los demás de una manera pausada, que no fuera solamente el chiste por el chiste. Queríamos un tipo de montaje en que la comedia funcionara durante un segmento de la película para tener al público del lado nuestro, para después aprovechar y, de una manera oblicua, invisible, deslizar algunas cosas que queríamos decir, y yo pienso que ahí la edición funcionó.
Luis Alberto García
Adorables mentiras es una película que recuerdo con muchísimo cariño, una de mis favoritas, de las que he hecho. Hasta que no llegó Fresa y chocolate (1993), dos, tres años después, no se abrieron las puertas del cine mundial y de la distribución mundial para las películas cubanas.
Hasta ese momento nuestro cine se veía en festivales —quiero decir en el mundo, porque en Cuba se veía—, y en ciclos muy cerrados, entiéndase con élites de intelectuales, gente de izquierda que tenían cierta simpatía hacia Cuba, pero las películas cubanas no tenían exhibición comercial como tal en el mundo hasta que llegó el bombazo de Fresa y chocolate.
Y Adorables… fue un poco antes de Fresa…, bueno, tanto es así que hay una curiosidad en el cine cubano con el personaje de Nancy que interpretó Mirtha Ibarra: aparece en Adorables mentiras, y ese mismo personaje, escrito por Senel Paz —que también escribió el guion de Fresa…—, reaparece con la misma actriz en Fresa…, esta vez como la amiga de Diego (Jorge Perugorría).
Eso te dice que ambas películas estaban cercanas. También eso pudo haber influido en que el mundo entero no haya conocido nunca qué cosa fue Adorables mentiras. Creo recordar que tuvo además mala suerte, pues era una coproducción de Sundance con Televisión Española, y se comenzó a rodar en la época en que estaba Pilar Miró al frente de TVE. Luego se terminó de rodar, empezó la posproducción, y en eso terminó el mandato de Pilar Miró, y de repente la película quedó como desamparada.
Yo preguntaba: «Chijona, ¿cuándo se estrena?, ¿cuándo se estrena?», y se demoró tanto tiempo que recuerdo una secuencia muy simple, en que el personaje de Isabel Santos, Sissy, entra a un mercado, destapa un pomo de mermelada, mete el dedo y lo prueba, lo cierra y lo vuelve a poner en el estante. Cuando la película se estrenó ya no existían los pomos de mermelada en los estantes y entonces el público cubano lo que hacía era reírse, y claro, se reían porque solo en un año y pico, dos años, la película se puso vieja. Tan rápido iban los acontecimientos en Cuba y en el mundo que una película se ponía vieja en seis, en ocho meses. Es una película que me gusta mucho, reitero, pero lamento profundamente que haya tenido un camino tan escabroso para llegar al punto final: ser disfrutada por el público, no solo cubano, sino el de otras latitudes también.
Gerardo Chijona
Las películas son como los hijos, el primero siempre es el primogénito, aunque al final a todas las quieres por igual, pues en cada una descubres cosas que te gustan y que no te gustan. Yo la quiero mucho, pues, de alguna manera, me preparó para todo lo que vino después, para asumir cualquier tipo de lectura, cualquier tipo de ataque, y se lo agradezco. También la felicidad que me dio cuando empecé a viajar con la película, pues sentía que se identificaba con los públicos más disímiles, y eso sí es algo que no se paga con nada, o sea, no se paga con ninguna crítica de cine, con ninguna venta, lo que sientes dentro de un cine viendo que la gente se comunica con lo que estás tratando de decir, y en ese sentido Adorables mentiras ha sido inolvidable. Después hay otras que he querido, pero de esa tengo recuerdos que nunca voy a olvidar. Metió un millón de espectadores, aún con una distribución limitada, fue la película más vendida, después de Fresa y chocolate, en los años noventa, o sea, había interés por ella.
Yo estuve, salvo en Venecia y Berlín, en todos los festivales del mundo, más o menos, A, B y C, que humanamente se hacen, internacionalmente. Salió por Sundance, estuvimos en Cannes, San Sebastián, y por ahí para abajo, Toronto, Chicago, Montreal, la película se exhibió y fue bien recibida.
UN DOCUMENTAL SOBRE ADORABLES MENTIRAS
Documental / Cuba / 36’ / 2006
Guion y dirección: Carlos Barba Salva
Edición: Ramón Ramos
Fotografía: Eduardo Corría
Música (para el filme Adorables mentiras): Edesio Alejandro
Productor: Luciano Castillo
Producción de MAREAFILMES, con la colaboración de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV).
Sinopsis: El cineasta Gerardo Chijona y los actores Isabel Santos y Luis Alberto García nos hablan del filme Adorables mentiras (1991), de cómo se desarrolló el proceso de preparación, rodaje y estreno de una de las producciones más importantes del cine cubano.