Para quien apreció Cuentos de un día más no pudo pasar desapercibida la protagonista de su primer corto. La niña de «La trenza», fiel protectora de la paloma Lola en medio de la aridez de un solar en cuarentena en La Habana Vieja, no solo cautivó a los espectadores, sino a la propia directora del corto, Rosa María Rodríguez Pupo, quien desde antes de crear el guion para el largometraje coral ya había soñado con el personaje para su ópera prima.
La levedad de ella es el título del proyecto con que la joven holguinera debutará en el cine de ficción superior a los sesenta minutos. Aun cuando la pequeña Mara no sea el eje central de esta nueva trama, sino Nora, una sobreviviente de cáncer, el filme vuelve sobre el mismo escenario, retoma algunos de sus personajes e historias, como una continuación de aquella, pero que muta a nuevas dimensiones conflictuales y narrativas.
A La levedad de ella, que mereció el apoyo del Fondo de Fomento del Cine Cubano, la cineasta suma varias producciones paralelas, como El regresado, obra que también recibió financiamiento del Fondo de Fomento; el corto Nara, ganador del Fondo Noruego para el Cine Cubano, y Cuando el viento estremece las hojas, proyecto aún en ciernes con el que se presenta en la Incubadora del Bogoshort, en Bogotá. No en vano su nombre está en boga como una de las voces emergentes del audiovisual cubano contemporáneo.
¿Cómo derivas de la actuación a la dirección y producción de cine?
Estudié teatro en la academia Vicentina de la Torre, en Camagüey. Cuando me gradué, regresé a Holguín a hacer el servicio social, estuve un tiempo en el grupo de teatro Alas Buenas y después comencé a llevar mi carrera como actriz y directora general de un grupo de teatro. Creo que ahí fue cuando me incliné hacia la dirección. Me fascina el trabajo con los actores y fue entonces que me presente a las pruebas del ISA en audiovisuales por curso para trabajadores. Llevé varios años la carrera y la actuación hasta que se me hizo muy complejo continuar con las dos cosas, sobre todo por el teatro, que es muy demandante. Lo de la producción vino un tiempo después de haber realizado algunos cortometrajes. Ya tenía veintinueve años y me dije que si iba a estudiar algo más, que fuera algo totalmente diferente, aunque no puedo negar que en este mundillo, de diferentes maneras, una, como directora, también produce sus películas.
Parte de tu formación y tu carrera se han desarrollado en tu natal Holguín. ¿Cuánto se diferencian las dinámicas de realización con respecto a La Habana?
Producir en otras provincias es un reto. Mis primeras películas las produje en Holguín, y algunas por supuesto también fueron filmadas allí. En ese momento había muchísimo menos que ahora y fue todo un desafío. Aunque hoy hay mejores condiciones en las demás provincias, en La Habana están la mayor parte de la industria y de las productoras independientes. Deberían existir en otras regiones productoras capaces de producir y financiar películas. Sobre todo, deberían existir equipamientos, salas de edición, estudios de posproducción sonora, mezcla y colorización, entre otras cosas, porque personal técnico artístico sí lo hay en todo el país, con un gran potencial.
Tus primeros trabajos se inclinaban a géneros cercanos a lo fantástico o el horror. ¿De dónde viene ese interés?
Siempre digo que el género fantástico me permite explorar temáticas tabú, asuntos que a las mujeres creadoras no nos dejan tratar la mayor parte del tiempo, como si no fuéramos capaces de crear buenas historias al respecto. Siempre escucho: las mujeres se mueven en un cine intimista. Y eso es una verdad a medias. Es el cine que nos dejan hacer.
A las mujeres no les dan casi nunca la posibilidad de hacer películas bélicas, ni de acción, ni fantásticas. Esas superproducciones están destinadas a los hombres, casi siempre. El cine es ultramachista. Son tantas las ocasiones en las que me he sentido agredida por ese tema, que me podría pasar horas hablando de eso. La visibilidad de las obras de las mujeres es inferior. La crítica se regodea la mayor parte del tiempo en la obra de los directores y a nosotras nos tocan unas pocas reseñas. Pero nada, yo seguiré haciendo el cine que me gusta, que disfruto, y hasta que no haga una superproducción de época y de género no pararé.
I love Papuchi marcó un giro a esa estética, aunque afirmaras considerarla otra forma de horror, por tratar temas asociados a la dominación masculina y la cultura patriarcal en una relación de pareja.
Casi nunca mis películas vienen desde la idea con un género establecido, más hoy, cuando el género se desdibuja. I love Papuchi surge de la necesidad de reconectar con mi trabajo con los actores. Quería hacer una película en la que el peso fuera el trabajo actoral. Y ahí está esa pieza hermosa con la actuación magistral de Arianna Delgado. Recién estuvo en el Festival de La Habana, en competencia, mi corto más ambicioso hasta el momento, Nara, y vuelvo al género de las películas oscuras, de temáticas femeninas, como es el despertar sexual.
Entonces, ¿podría decirse que Nara supone tu reencuentro con lo fantástico?
Sí, Nara es una de mis últimas producciones y va por esos rumbos. Pero también nuestra productora, GatoRosafilms, ahora mismo está inmersa en la producción de un cortometraje de terror y ciencia ficción dirigido por Leandro de la Rosa, titulado Albinos. También tengo otro corto en busca de financiamientos, y por el cual estoy ahora mismo en la Incubadora del Bogoshort, en Bogotá, titulado Cuando el viento estremece las hojas, dirigido por Lisa María Velázquez, que tiene pinceladas de terror psicológico. Y tengo el argumento de lo que sería mi segunda película larga de ficción, que es de terror.
Aunque tu universo creativo en el audiovisual se decanta por la ficción, con Órgano, al ritmo del son molío te aventuraste no solo a rescatar y homenajear la historia de ese instrumento tradicional del oriente del país, sino también a la realización documental. Órgano… es además tu único documental. ¿Qué retos narrativos implicó?
Órgano… es un largometraje superquerido por mí. Yo le tenía pánico al documental. Sobre todo por el tema ético. Cómo hacer un retrato de estos hombres y mujeres campesinos y su deseo de mantener esa tradición sin traicionarlos. Sin mostrar cosas que los harían sentir mal o menospreciados por mí. En el documental uno tiene esa arma que es la cámara, con una mirilla como la de los francotiradores de larga distancia que es el sonido. Con ella puedes hacer un daño terrible o un relato que sane o que lo intente al menos. Espero que pronto puedan disfrutar de su película junto a nosotras, Yamila Marrero, que es la productora, y yo.
Entre tus más recientes proyectos está la participación en la película coral Cuentos de un día más, con el corto «La trenza». Una vez más te interesas por la temática social. ¿Qué descubrimientos hiciste en este filme, a nivel temático, estético o de producción? ¿Cuánto te aportó como realizadora?
Me hubiera encantado tener más tiempo. La película lo requería. Pero fue una linda experiencia y tengo muchas ganas de seguir explorando ese universo y esas temáticas. Me aportó mucho trabajar con un equipo maravilloso, que seguirá conmigo en los próximos proyectos, sobre todo Lena Hernández, como directora de fotografía. También fue gratificante volver a trabajar con una niña. Me gustan mucho las historias donde el punto de vista está centrado en un infante. Por otra parte, es un placer y un honor trabajar con Fernando Pérez. Él siempre ofrece consejos que, aunque parezcan simples o pequeños, están llenos de sabiduría y pasión por contar historias.
Precisamente tu ópera prima guarda una estrecha relación con Cuentos…
Los personajes de Nani y su hija Mara, del corto «La trenza», que explora las vicisitudes cotidianas de una madre soltera negra que cuida a su pequeña hija en la Cuba de hoy, fueron uno de los motores para que la protagonista de mi ópera prima de ficción se entusiasme y se vuelva a enamorar de la vida. Aunque, en realidad, la historia de Nani y Mara es secundaria dentro de la trama. El guion lo estoy coescribiendo con Lisandra López Fabé, y es la historia de Nora, una sobreviviente de cáncer de mamas, que al descubrir que la enfermedad ha vuelto decide no transitar el mismo camino y rompe con todo lo que la hacía ser la mujer que la sociedad y su familia querían que fuera. La película se llamará La levedad de ella y obtuvo financiamiento del Fondo de Fomento del Cine Cubano en la modalidad de escritura de guion de largometrajes en la primera convocatoria y de la Beca Chicuelo de la AHS.
El proyecto El regresado también recibió el apoyo del Fondo de Fomento. ¿Cómo marcha?
En El regresado trabajo como productora. La cinta ha recibido un impulso superimportante gracias al Fondo de Fomento. Ahora nos encontramos en la búsqueda de la otra parte del financiamiento que necesitamos para poder realizarla.
¿Cómo luce el cine que sueña Rosa María Rodríguez?
El cine que quiero hacer está marcado por el momento que me ha tocado vivir. Si me pongo a analizar mis películas, están muy influenciadas por la Rosa que soy en el momento en que las hago. Me gusta mucho el cine, desde el punto de vista de espectadora, que me hace reflexionar, preguntarme cosas. El tipo de cine que quiero hacer tiene muchas respuestas. Quiero explorar diversos géneros y maneras. Continuar haciendo cine de género, pero a la vez hacer películas intimistas del mismo modo que una superproducción de época.
Lucrecia Martel, Albertina Carri son algunos de mis referentes más queridos. Hacer películas como Miss Violence, de Alexandros Avranas; Felt, de Jason Banker; Babadook, de Jennifer Kent; Thelma, de Joachim Trier; Trouble Every Day,de Claire Denis; Braindead, de Peter Jackson.
Actualmente estoy inmersa en mi largo de ficción, que de alguna manera es parte de mi sanación como mujer y madre creadora. Las películas también son herramientas para sanar.