El cine y la televisión de Reino Unido, y por extensión de sus congéneres de Norteamérica, han sostenido una larga y fecunda relación con la monarquía británica desde los mismos inicios de esos medios hasta nuestros tiempos.
Al margen de las diversas adaptaciones de las obras de Shakespeare sobre los reyes británicos, es obligado mencionar títulos como Un hombre para la eternidad (A Man For All Seasons, 1966), El león en invierno (The Lion in Winter, 1968), Ana de los mil días (Anna of a Thousand Days, 1969), Cromwell (1970), Enrique V (Henry V, 1989), La Sra. Brown (Mrs. Brown, 1997), Elizabeth (1998) y Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love, 1998), y en fecha más reciente La reina (The Queen, 2006), La otra reina (The Other Boleyn Girl, 2008), La reina Victoria (Young Victoria, 2008), El discurso del rey (The King’s Speech, 2010) y La reina Victoria y Abdul (Victoria & Abdul, 2017).
Pero en los últimos años el tema de la monarquía británica ha adquirido un interés sin precedentes a escala global gracias a la serie de televisión La corona (The Crown), surgida en 2016. A través de seis temporadas, cuenta la historia de la familia real, centrada en la reina Isabel II desde la joven monarca se casó en 1947 con F, duque de Edimburgo.
Excelencias en la dirección, el guion, la ambientación, la fotografía, el casting y las interpretaciones han dado como resultado el despertar de este interés apasionado entre los fanáticos que desean saber más sobre la historia de Gran Bretaña en el último siglo y conocer si este material ha alterado o deformado incidentes importantes de la vida de los habitantes del palacio de Buckingham.
Su autor y guionista, Peter Morgan, es una autoridad en el tema. Fue quien escribió la historia más célebre sobre Isabel II con el filme La reina, dirigida por Stephen Frears, que consagró a la actriz Helen Mirren, y fue además autor de la renombrada pieza teatral La audiencia (2013). Morgan y sus colaboradores han creado capítulo tras capítulo de The Crown con una calidad asombrosa a nivel de escritura e imágenes, con un exquisito cuidado en la dirección artística —ambientación, selección de locaciones, vestuario, maquillaje, peinados—, lo que, sumado a la selección y desempeño de sus intérpretes han dado como resultado la excepcionalidad artística de este material. En cuanto a esto último no solo destaca el cuidado en seleccionar intérpretes que tuvieran un notable parecido con las personas reales, sino que además los caracterizan con extrema exactitud. Tal es el caso de Emma Corrin como Lady Di y especialmente de Gilliam Armstrong en su asombrosa interpretación de Margaret Thatcher, en la reproducción de sus gestos y su inconfundible voz, actuación que supera a la que hizo Meryl Streep del mismo personaje en La Dama de Hierro, papel por el que la actriz estadounidense obtuvo un Óscar.

En lo que respecta a la integración de los repartos y a las obligatorias sustituciones debido al envejecimiento de los personajes, Claire Foy interpretó a la reina en la primera y segunda temporadas y Olivia Colman la sustituyó en la tercera y cuarta. Matt Smith trabajó junto a Foy el rol del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, y fue reemplazado por Tobías Menzies en igual papel en las temporadas tres y cuatro. Otro importante personaje, el de la princesa Margaret, fue encarnado por Vanessa Kirby en las dos primeras temporadas y a su vez fue sustituida por la conocida intérprete Helena Bonham Carter en la tercera y cuarta temporadas, y John Lithgow tuvo a su cargo el personaje de Winston Churchill. Mientras tanto, en la cuarta temporada (2020) hizo su segunda aparición el actor Josh O’Connor como Charles, príncipe de Gales, y debutaron en la serie personajes como Margaret Thatcher y Diana, princesa de Gales. En la quinta (prevista para 2022) y sexta (última) temporadas, estos intérpretes, a su vez, serán sustituidos.
Algo interesante es el enfoque que Morgan y sus coguionistas han seguido al tratar a la familia real. Los tiempos de Sissi y otras visiones idílicas de las monarquías europeas hace mucho quedaron atrás. La mirada a veces es crítica, otras veces es compasiva. Son, dice el material, seres de carne y hueso con muchos defectos, y uno se pregunta por qué esas personas gozan de tales privilegios y la vez se ven inmersas en responsabilidades que muchas veces los sobrepasan. Isabel II, lo demuestra la serie, es una figura simbólica de una forma de gobierno que ha trascendido los siglos y que representa para los británicos algo tan sagrado como su bandera o su himno. Pero no está facultada para tomar decisiones trascendentales que enrumben su gobierno ni posee una utilidad en términos políticos, salvo aquella que conlleva ser una representación viviente del poder y la tradición. Otro tanto podría decirse de su familia.

Varios expertos, entre ellos historiadores especializados en la familia real británica, han manifestado sus dudas sobre la presentación de diversos hechos narrados en la serie. En algunos casos, incluso han negado que ciertos acontecimientos hayan tenido lugar. Si bien la historia de la familia real ha sido contada con diversas imprecisiones en esta serie, es preciso no olvidar que como toda obra de ficción se toma licencias artísticas, y este aspecto no demerita la calidad extrema y el rigor con que ha sido filmada, que especialmente en sus dos primeras temporadas ha mostrado capítulos modélicos y una profundidad que no es usual en este tipo de material.
The Crown ha sido ganadora del premio Globo de Oro a la mejor serie dramática en dos ocasiones (primera y cuarta temporadas) y en las dos restantes ha sido nominada, consiguiendo siete distinciones en total, así como tres premios BAFTA, y un acumulado total de 82 premios conferidos por diversas entidades.