La abrumadora presencia española en el palmarés de la séptima edición de los premios Platino del cine iberoamericano, recientemente entregados en el recinto ferial IFEMA de Madrid, fue compensada por la ficción guatemalteca de largometraje La Llorona (Jayro Bustamante, 2019) y el documental chileno El agente topo (Maite Alberdi, 2020), dos de las sensaciones globales más recientes de la fílmica latinoamericana.
La Llorona, punta de lanza de la renovación del cine guatemalteco contemporáneo, mereció el Platino en las categorías de mejor dirección de montaje —para Bustamante y Gustavo Matheu—, mejor dirección de fotografía —para Nicolás Wong— y mejor dirección de sonido —para Eduardo Cáceres Staackmann. El agente topo obtuvo los premios a la mejor película documental y el premio Platino al cine y educación en valores.

«Matria» lachrymarum o el retorno de los fantasmas
A muy poco tiempo de que la directora brasileña Beatriz Seigner estrenara su ópera prima Los silencios (2018), el tópico sobrenatural del fantasma como testimoniante de los muertos y desaparecidos a causa de las guerras intestinas de las naciones latinoamericanas retorna al cine regional con La llorona y su relato sobre una madre guatemalteca cargada de alegorías: una madre muerta, cuyo amor por sus hijos ahogados frente a sus ojos por las tropas gubernamentales —que destruyeron su aldea durante el genocidio maya ixil de inicios de los ochenta en la Franja Transversal del Norte de Guatemala, que abarca los departamentos de Huehuetenango, Quiché, Alta Verapaz e Izabal Guatemala— resulta más poderoso que su propio deceso.
La madre se convierte en un espectro que va a reclamar directamente a uno de los grandes responsables de estos sucesos, el general Efraín Ríos Montt, dictador en esos años, aunque este personaje es ficcionalizado, sin muchos disimulos, renombrándolo como Enrique Monteverde (interpretado por Julio Díaz).

Guatemala se venga por sus muertos, así como la Llorona se la cobra por sus hijos en esta variación del mito que asume Bustamante, a partir de la versión tradicional guatemalteca de la leyenda, donde la mujer, de clase acomodada, ahogó por su propia voluntad al fruto de una infidelidad con un empleado, siendo condenada a clamar por ellos hasta el fin de los tiempos. Para sus propósitos, el director y también guionista despoja la leyenda de egoísmos y semejanzas con Medea, para convertir a la Llorona en víctima absoluta de un doble horror: ver morir a sus descendientes y morir ella misma.
Monteverde se ve envuelto en un proceso judicial por genocidio y crímenes contra la humanidad, al igual que el enfrentado por Ríos Montt en mayo de 2013, que culminó con su condena y luego su sorpresiva absolución (a cargo de la corte de constitucionalidad de Guatemala), diez días después del veredicto original de ochenta años de cárcel. La ficción condensa el proceso y pasa de inmediato al perdón del general, a causa del cual su casa será sitiada inicialmente por el pueblo guatemalteco en protesta pacífica, y luego por espectros a quienes los muros no pueden contener.

La fuga de la servidumbre hace que llegue a su casa una nueva sirvienta, también sin disimulo nombrada Alma (María Mercedes Coroy), que comenzará una meticulosa labor de tormento del anciano, espoleando sus perversiones sexuales, sus paranoias, quien torna sus instintos homicidas contra su propia familia, a la que se extiende el manto de su culpa, compartiendo el karma de sus errores y horrores.
Bustamante marida horrores fantásticos, legendarios y tradicionales con horrores contemporáneos y bien tangibles, haciendo con su reconfiguración de la leyenda que la fantasmal mujer se expanda, desde su original condición mitopoética a una dimensión mayor de «matria» grande, dolorosa, lachrymarum. Así, su lamento horrífico es ya por todos sus vástagos guatemaltecos asesinados durante los años más cruentos de la guerra civil, entre 1981 y 1983.

Pues, aunque la explicación pública (y un tanto ingenua) que Bustamante ha dado sobre el tono fantástico de su película fue que buscaba sencillamente la atención de nuevas generaciones de espectadores, su incursión en los terrenos míticos insufla al relato de un potente hálito cultural e histórico. Así, dado que el impacto más furioso del genocidio fue sobre los descendientes de los primeros habitantes del continente, y más específicamente la región actualmente definida como Guatemala, esta operación buscaba no solo el exterminio físico, sino la aniquilación definitiva de toda una cultura previamente sometida por los colonizadores europeos. Buscaba la anulación del pasado milenario. Buscaba, a la par de la muerte física, la muerte cultural.
Una vez más, la reescritura de la historia a imagen y semejanza de los vencedores tajantes a partir de la eliminación conveniente de los elementos que no engranen en su gran relato. Y como la muerte es un hecho cierto, palpable y ciertamente registrable en los anales de la historia, la desaparición y las tumbas sin marcar resultan el método más efectivo y expedito de elisión, pues sustituyen la existencia por la ausencia, la presencia por la nada.
Diego Luna… y Star Wars también
La carrera del actor mexicano Diego Luna se ha consolidado recientemente a escala global por su incorporación al universo de Star Wars como Cassian Andor, coprotagonista de Rogue One: A Star Wars Story (Gareth Edwards) —al que volverá a interpretar en un serial dedicado al personaje—, y como protagonista de la serie Narcos: México (2018), adscrita al exitoso universo de Narcos (2015).

Siendo así uno de los rostros latinos más conocidos en la industria del espectáculo, junto a su amigo Gael García Bernal —con quien protagonizara Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001)—, a Luna le llegó el momento de recibir el premio Platino de Honor, con lo que se convirtió en el más joven en recibirlo hasta ahora. A la par, continua la tradición de solo entregarlo a actores y actrices, como la brasileña Sonia Braga (2014), el español Antonio Banderas (2015), el ubicuo argentino Ricardo Darín (2016), el chicano Edward James Olmos (2017), la mexicana Adriana Barraza (2018) y el español —y sobre todo cantante— Raphael (2019). Quizás venga ya siendo tiempo de mirar allende el plató y las luces, y comenzar a premiar a otros gestores del cine iberoamericano, desde directores hasta críticos.
España arrasa en los Platino
A la par, los triunfos de las películas El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020), Las niñas (Pilar Palomero, 2020), La boda de Rosa (Icíar Bollaín, 2020), Akelarre (Pablo Agüero, 2020) y La gallina Turuleca (Eduardo Gondell, Víctor Monigote, 2020) en los premios Platino replicaron significativamente el palmarés de la más reciente 35 edición de los premios Goya, que entrega la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (AACCE), lo que redujo los premios del cine iberoamericano a casi una versión especular de los Óscar españoles.

El olvido que seremos es un filme colombiano dirigido por el español Fernando Trueba, que obtuviera el Goya a la mejor película iberoamericana, suerte de equivalente de la categoría de mejor película extranjera que otorgan los Óscar y única a la que podía aspirar, dada la nacionalidad oficial acreditada. Pero la dimensión transcontinental de los Platino permitió ahora que los jurados pudieran ser más generosos, otorgándole cinco galardones, incluyendo el de mejor película iberoamericana de ficción, que en este caso corona todos los apartados.
Además, el realizador de Belle Époque (1992) y La niña de tus ojos (1998) mereció el premio a la mejor dirección; su hermano David Trueba, el Platino al mejor guion por su adaptación de la novela homónima del colombiano Héctor Abad Faciolince; Javier Cámara triunfó en la categoría de mejor interpretación masculina por su encarnación del médico, ensayista y luchador por los derechos humanos Héctor Abad Gómez, padre del novelista; y el colombiano Diego López recibió el premio correspondiente a la mejor dirección de arte, debido a su minucioso trabajo de recreación de Medellín en los años ochenta y noventa, donde transcurre el evocativo relato biográfico.

Las niñas, gran ganadora de los Goya 2021, con su cosecha de cuatro bustos del pintor zaragozano, vio aquí reducido su triunfo al apartado de mejor ópera prima de ficción iberoamericana. Este triunfo engrosa un contundente rosario de reconocimientos, que además incluye el gran premio de la sección Generación de la Berlinale 70, el Biznaga de Oro a la mejor película española en el 23 Festival de Málaga y la medalla a la mejor película en la más reciente entrega de los premios del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) de España.
Lo mismo sucedió con la irregular cinta de corte histórico Akelarre (Pablo Agüero, 2020), que a sus cinco Goya —música original, dirección artística, diseño de vestuario, maquillaje y peluquería y efectos especiales— solo sumó un Platino, también a la mejor música original.

Con dos Platino, La boda de Rosa iguala su incursión en los Goya, donde fuera beneficiada con los premios a mejor actriz secundaria para Nathalie Poza y mejor canción para María Rozalén. Ahora repite la Poza triunfando como mejor interpretación femenina de reparto, y la protagonista Candela Peña se le equipara, imponiéndose como mejor interpretación femenina. En 2020, la interpretación de la Peña le valió otro premio nacional: el Gaudí de la Academia del Cine catalán a la mejor actriz.
La gallina Turuleca, una producción concebida en 3D para niños, que suma otro título a la ya larga seducción de los animadores españoles por la estética Pixar, replicó con exactitud en los Platino su éxito de los Goya, triunfando como mejor película de animación.
A continuación, la lista completa de los Premios Platino 2021 del cine iberoamericano:
Mejor película iberoamericana de ficción: El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020)
Mejor dirección: Fernando Trueba, por El olvido que seremos
Mejor guion: David Trueba, por El olvido que seremos
Mejor música original: Aránzazu Calleja y Maite Arrotajauregi, por Akelarre (Pablo Agüero, 2020)
Mejor interpretación masculina: Javier Cámara, por El olvido que seremos
Mejor interpretación femenina: Candela Peña, por La boda de Rosa (Iciar Bollaín, 2020)
Mejor interpretación masculina de reparto: Alfredo Castro, por El príncipe (Sebastián Muñoz, 2019)
Mejor interpretación femenina de reparto: Nathalie Poza, por La boda de Rosa
Mejor película de animación: La gallina Turuleca (Eduardo Gondell, Víctor Monigote, 2020)
Mejor película documental: El agente topo (Maite Alberdi, 2020)
Mejor ópera prima de ficción iberoamericana: Las niñas (Pilar Palomero, 2020)
Mejor dirección de montaje: Jayro Bustamante y Gustavo Matheu, por La Llorona
Mejor dirección de arte: Diego López, por El olvido que seremos
Mejor dirección de fotografía: Nicolás Wong, por La Llorona
Mejor dirección de sonido: Eduardo Cáceres Staackmann, por La Llorona
Premio Platino al cine y educación en valores: El agente topo
Mejor creador de miniserie o teleserie cinematográfica: Aitor Gabilondo, por Patria
Mejor miniserie o teleserie cinematográfica iberoamericana: Patria
Mejor interpretación masculina en miniserie o teleserie: Andrés Parra, por El robo del siglo
Mejor interpretación femenina en miniserie o teleserie: Elena Irureta, por Patria
Mejor interpretación masculina de reparto en miniserie o teleserie: Christian Tappan, por El robo del siglo
Mejor interpretación femenina de reparto en miniserie o teleserie: Loreto Mauleón, por Patria
Premio Platino de Honor: Diego Luna