7. REC (Jaume Balagueró y Paco Plaza, España, 2007)
De moda en el nuevo milenio, el mockumentary o falso documental llegó para trastornar completamente las fronteras entre cine de ficción y celuloide tomado de la vida real, y con ello, la visión del ser contemporáneo sobre la realidad y la ficción y la fragilidad de sus fronteras. Y si es en la vertiente narrativa del «metraje encontrado» (found-footage), encima se nos hace creer —con sus trazas de filmación en bruto (sin editar), un estilo de actuación espontáneo y la inestable fotografía de una cámara en mano— que se trata de imágenes verídicas recién descubiertas, aunque en muchas ocasiones la historia contada sea del más macabro e insólito terror.
Tal es el caso del filme de los directores Jaume Balagueró y Paco Plaza, en el cual, para colmo, se nos involucra como espectadores de una pareja de reporteros de televisión en trabajo nocturno que acompañan a una cuadrilla de bomberos y se ven atrapados en un edificio de Barcelona, donde un extraño virus convierte a los inquilinos en sangrientas bestias.
Convertida ya en todo un clásico del subgénero, esta cinta española de bajo presupuesto consiguió, con su realismo, que le otorgaran tres premios en el Festival de Sitges, dos Goya y dar pie a secuelas, una serie de cómics y hasta el consabido remake hollywoodense (Quarantine, 2008).
8. State of Play (Kevin Macdonald, Estados Unidos, 2009)
A pesar del rostro de palo de Ben Affleck, en el rol de un político con ambiciones que pueden irse al traste con la muerte sorpresiva de su ayudante y amante y la telaraña conspirativa tejida a su alrededor, la cinta de Kevin Macdonald es, como la describió el crítico español Carlos Boyero, un thriller «intenso, con muchos recovecos, ágil y bien trazado. Una obra compacta, casi redonda».
A ello contribuye la robustez dramática de Robin Wright en el papel secundario de la esposa del congresista, y muy especialmente, el diseño de la pareja protagonista, típicos detectives disparejos, compuesta por un profesional forjado en la vieja escuela del periodismo de investigación (Russell Crowe) y la joven representante de los nuevos tiempos, la bloguera interpretada por Rachel McAdams, quienes, más allá de la trama policiaca, establecen con su contrapunto un símil de las encrucijadas del periodismo contemporáneo.
En esta línea del noir con periodistas en el cine del siglo XXI, cabe mencionar otras como la colombiana Perder es cuestión de método (Sergio Cabrera, 2005), inspirada en una novela de Santiago Gamboa; y la traslación cinematográfica de la saga Millennium, del escritor Stieg Larsson, iniciada con la sueca Los hombres que no amaban a las mujeres (Niels Arden Oplev, 2009) y replicada en 2011 por David Fincher y el remake estadounidense The Girl with the Dragon Tattoo.
9. Philomena (Stephen Frears, Gran Bretaña, 2013)
Además de la cobertura de los grandes temas, los medios de comunicación se salpican con las nombradas human interest stories, reflejo de acontecimientos a escala humana y con seres ordinarios en el eje central. De este corte resulta el libro de Martin Sixsmith que el experimentado director Stephen Frears llevó al cine con una descomunal repercusión crítica (cuatro nominaciones a los Óscar y tres al Globo de Oro, premios BAFTA y en Venecia el de mejor guion, y el David di Donatello a la mejor película europea).
En mucho contribuyó al éxito Judi Dench, dando vida a la anciana irlandesa que arrastra, desde su adolescencia en un internado religioso, la espina clavada de un hijo que fue vendido por las monjas a una pareja norteamericana. En este drama ocurrido en la vida real se involucró el periodista que Steve Coogan interpreta en la película, para ayudar a Philomena Lee a hallar a su retoño cincuenta años después.
10. Kill the Messenger (Michael Cuesta, Estados Unidos, 2014)
La búsqueda de la verdad a toda costa y cualquier precio tiene sus mártires modernos, cual lo demuestra esta cinta de Michael Cuesta. Con Jeremy Renner haciendo de Gary Webb, el periodista del San Jose Mercury News y premio Pulitzer, cuya mayor contribución fue la serie Dark Alliance, que destapaba evidencias del contubernio entre la CIA y la «contra» nicaragüense para el abastecimiento de armas a costa del dinero sucio de la droga y la carne de cañón de los pobres enviciados de Los Ángeles, esta trama pretende revivir las dudas que surgieron con la muerte temprana del investigador en 2004.
¿Fue un suicidio, como alegó la policía a partir de los testimonios que dibujaban a un Web deprimido por el descrédito dado a sus argumentos y el acoso que sufría? ¿O alguna mano tenebrosa apuró ese final para que el mensaje del periodista no se siguiera propagando?
Lo cierto es que el filme alzó los brazos en nombre de un periodismo heroico y convenció a un público más allá de los conspiranoicos habituales, aunque algunos solo quisieron verle ciertos defectos en la hechura cinematográfica y rebajarla a «una película comprometida más».
11. La dictadura perfecta (Luis Estrada, México, 2014)
En la esquina opuesta a la película de Pakula sobre el Watergate están aquellas que presentan a los medios de comunicación como perritos falderos de los gobernantes, siempre dispuestos a guardar sus vicios y errores bajo la alfombra, aunque para ello tengan que fabricar fake news o tender cortinas de humo.
Si en la estadounidense Wag the Dog (Barry Levinson, 1997) la magia del audiovisual se inventaba una guerra en Albania para que un escándalo sexual no hiciera mella en la reelección del presidente, en la cinta azteca se presenta a una corporación mexicana de televisión que busca desviar la atención de las barrabasadas dichas en público por el mandatario, colocando bajo el foco a un gobernador corrupto. Luego, la televisora cambiará casaca y, acuerdo oneroso mediante, barrerá las faltas de este último y reacomodará su imagen a la de un candidato estelar para la presidencia.
Rodada como una continuación a la crítica del poder en su país que ya había refrendado en La ley de Herodes (1999), y como un escarnio sobreentendido al presidente Enrique Peña Nieto y la multinacional Televisa, Luis Estrada echó mano a las armas burlescas de la comedia y consiguió que su película pronto entrara en la historia de las más taquilleras de la pantalla en México. Tras conseguir la friolera de diez nominaciones a los autóctonos premios Ariel, sospechosamente, no consiguió ningún lauro.
12. True Story (Rupert Goold, Estados Unidos, 2015)
A sangre fría revivió en el XXI, aunque ahora puesto el enfoque en el how to made del libro y la figura de su autor, a través de dos películas: una muy recordada, por la inigualable actuación de Philip Seymour Hoffman, Capote (2005), de Bennett Miller; y otra menos venturosa, Historia de un crimen (Infamous,2006), de Douglas McGrath. Y para ver a más periodistas envueltos en la caza de un asesino legendario salió en 2007 la cinta neo noir de David Fincher, Zodiac.
Pero si de episodios frescos se trata, el mejor ejemplo lo dio esa True Story, de Rupert Goold, que necesitaba un título así para que su trama verídica, contada en un libro por el reportero Michael Finkel, que sufrió los hechos, no fuera a confundirse con una ficción. Ahí, lo casi insólito es que Christian Longo, el hombre acusado de haber matado alevosamente a su esposa y sus tres hijos pequeños, se apropió ilegítimamente de la identidad de Finkel para atraer hacia sí la mirada del periodista. El exreportero del New York Times, caído en desgracia por faltar a la verdad en un reportaje, no resistirá el imán y comenzará a encontrarse con el criminal en prisión.
Esta confrontación no solo hace aflorar las distintas caras del asesino (James Franco) y ambiguas versiones sobre los eventos del día fatídico, sino que también deja establecido un vínculo morboso en donde el propio periodista (un inesperado Jonah Hill) tendrá que mirar de frente a sus flaquezas personales.
13. Spotlight (Thomas McCarthy, Estados Unidos, 2015)
Con el elogio de «la mejor película sobre el inspirador periodismo de investigación desde Todos los hombres del presidente» fue acogida una cinta cuyo título alude, precisamente, a la sección del periódico The Boston Globe encargada de las investigaciones a profundidad, la cual obtuvo el premio Pulitzer 2003 por la noticia de que la iglesia católica de Massachusetts había ocultado numerosos actos de pederastia perpetrados por sus sacerdotes.
El director Thomas McCarthy corría el riesgo de aburrir con su relato minucioso de las pesquisas de ese equipo de trabajo y sus mañas periodísticas para sortear los obstáculos impuestos por el secretismo de la entidad religiosa. Pero el carisma histriónico del elenco escogido (Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Brian d’Arcy James, Liev Schreiber y Stanley Tucci) le dio vigor a la trama y el resultado fue una buena recepción en taquilla y la ganancia de dos premios Óscar (mejor película y guion original), entre un total de seis nominaciones.
No es esta película, sin embargo, la única que en el nuevo siglo trata de levantar la visión gloriosa de un periodismo enfrentado a grandes poderes, con la verdad como espada. Otras notables son Good Night and Good Luck (George Clooney, 2005), Frost/Nixon (Ron Howard, 2008), Truth (James Vanderbilt, 2015). La última en sumarse fue The Post (2017), donde Steven Spielberg saca partido a la odisea del Washington Post para revelar los famosos «Papeles del Pentágono» sobre la guerra de Vietnam, en el momento que una mujer, Katharine Graham (Meryl Streep), tiene por primera vez la oportunidad de tomar las riendas de un gran periódico. Por partida doble, en la defensa de la libertad de expresión y del feminismo, este filme se anota sus puntos.
14. La corresponsal (Matthew Heineman, Estados Unidos, 2018)
Si de mujeres se habla, hay que reconocer el terreno ganado por las heroínas en las historias de periodismo llevadas al cine. En 2003 apareció Veronica Guerin, de Joel Schumacher, donde Cate Blanchett ponía su rostro dúctil al servicio de realzar la imagen de una abnegada reportera, que cobró notoriedad en el Dublín de los noventa por su intransigente denuncia contra el crimen organizado y los múltiples atentados a su vida por esta causa.
En 2018 le tocó a Rosamund Pike sacar lo mejor de sí para encarnar a una leyenda de los últimos tiempos, la británica Marie Colvin, del The Sunday Times, quien labró su fama haciendo coberturas informativas en zonas de cruento conflicto. El filme deMatthew Heineman, como bien lo resalta su título en inglés: A Private War, no solo capta con un absorbente verismo fotográfico la participación de la corresponsal en los acontecimientos de Kosovo, Sierra Leona y Siria. También dedica un tramo importante del metraje a penetrar en su compleja intimidad psicológica, con el auxilio del envolvente tema musical compuesto por la cantante Annie Lennox.
Aunque terminen consagrando la película dos nominaciones a los Globos de Oro (mejor actriz y canción), tienen su razón los críticos que le señalan a Heineman su obsesión por subrayar los traumas de la vida personal y las marcas mentales y físicas sacadas de la primera línea de batalla, que acaban por mostrar «algo heroico en lugar de algo trágico». Y que solo logra «santificar a la mujer, en lugar de entenderla».
15. Another day of life (Raúl de la Fuente y Damian Nenow, España, 2018)
Hace rato que los dibujos animados para un público infantil vienen escapando de los clichés, y ahora prescinden de las fairy tales a lo Disney para contar historias adultas de todo tipo, incluidas las de no ficción. Ejemplo de ello es un sobresaliente docudrama de Raúl de la Fuente y Damian Nenow, inspirado en las crónicas del polaco Ryszard Kapuściński (1932-2007), hombre del que se dice que reportó acerca de 27 guerras entre 1956 y 1981, y sin dudas el más unánime paradigma en el siglo XX del ideal humanista y el compromiso social del periodismo.
La película se centra, particularmente, en el casi suicida viaje al corazón de las tinieblas que significó para el reportero colarse donde operaba el último teatro de operaciones militares de la guerra fría, en 1975. Cundía el caos y la muerte en Angola, y era ardiente la disputa entre un ejército que liberó la antigua colonia del vasallaje portugués y tropas instigadas desde Sudáfrica por el interés imperial estadounidense en apropiarse de las cuantiosas riquezas albergadas en las entrañas del país africano.
En los 85 minutos que dura esta cinta predomina el uso de la técnica de motion capture animation, aunque se combine en ciertos momentos con imágenes de archivo y entrevistas realizadas en la actualidad a personas que conocieron a Kapuściński. Una voz en off deja saber las reflexiones del protagonista sobre los dilemas morales que enfrentan los profesionales de la información, al tiempo que una animación exquisita y rica en encuadres fotográficos recrea escenas de acción, instantes contemplativos y pasajes oníricos.