Seis maneras distintas de amar, seis maneras distintas de entender y vivir una pandemia, seis maneras distintas de crear, seis historias y un único largometraje. Amores en tiempos de pandemia es el título de trabajo del proyecto coral de ficción más reciente del ICAIC en coproducción con grupos creativos independientes, que tras intensas jornadas de filmación se alista para concluirse y que se estrenará en los próximos meses.
La película, con coordinación general del realizador Fernando Pérez, resulta uno de los audiovisuales pioneros en aunar esfuerzos de productoras independientes con la casa matriz del séptimo arte nacional.
Concebida con ese espíritu de colaboración, el proyecto integra una de las producciones conjuntas surgidas a raíz de peticiones en el gremio, sobre todo del sector independiente, por retomar los rodajes, bastante afectados por la situación epidemiológica generada por la COVID-19. Un gesto muy motivador que define, en palabras de Fernando Pérez, el deseo de trabajar y de hacer cine, aun en momentos tan complejos como los que estamos viviendo.
«Este tipo de coproducciones están en el camino de fortalecer el cine cubano en general. Debemos entender que el cine es uno solo, más allá de sus formas de realización. Ocurre además en un contexto bastante favorable en este sentido, pues con el Registro del Creador Audiovisual, el Fondo de Fomento del Cine Cubano y los colectivos de creación se está formando una atmósfera donde eclosionan ideas, y se proyecta un cine cubano en una gama de colores y expresiones muy amplias», opina la cineasta Rosa María Rodríguez Pupo, directora del corto La trenza, que integra el largometraje coral.
«Su financiamiento corre principalmente a cuenta de la institución, productor mayoritario y coordinador general del proyecto. Sin embargo, a nivel de producción se vale de la fuerza de trabajo y equipamientos de los grupos de creación Wajiros Films, Cocuyo Media Lab, i4 Films y DB Estudio, que han asumido todas las libertades de realización durante las filmaciones y en la posproducción», reconoce Claudia González Roges, directora de Creación Artística del ICAIC.
En el caso de i4 Films, la línea de trabajo está enfocada a la producción ejecutiva. A propósito, el productor del colectivo, Inti Herrera, explica que han hecho un acompañamiento de cada uno de los cortos desde el inicio, partiendo de su diseño de producción, donde se han fusionado sistemas y mecanismos de trabajo que son diversos, no solo respecto a la institución, sino entre los propios independientes que colaboran en el largo.
Los relatos Los días, de Katherine T. Gavilán y Sheyla Pool; Gallo, de Eduardo Eimil, La trenza, de Rosa María Rodríguez; La muchacha de los pájaros, de Alan González; Mercuria, de Carolina Fernández-Vega Charadán; y Él y ella, de Yoel Infante, conforman la macrohistoria de Amores en tiempos de pandemia. Un audiovisual novedoso y arriesgado,que, si bien tiene como experiencias precedentes más cercanas filmes como Mujer transparente o Tres veces dos, con una estructura similar, el actual proyecto cuenta con el mayor número de cortometrajes fusionados en una misma cinta en el cine cubano.
«Trabajar junto a Fernando Pérez ha sido una oportunidad tremenda, un aprendizaje. Creo que esta iniciativa coral consolida nuestra formación como cineastas, y las alianzas no solo con el ICAIC, sino con otros colectivos de creación», considera Eduardo Eimil, director del cortometraje Gallo.
Desde que se lanzó la convocatoria supe que quería tomar la COVID-19 como trasfondo, pero no cómo eje central —relata Rosa María Rodríguez—. Me decantaba por la historia de una niña para continuar la línea de mi ópera prima, y finalmente justo de ahí salió mi protagonista: Mara, una pequeña de pelo muy lacio que vive con su madre, estilista de trenzas afro, en una suerte de mundo dentro de otro mundo: un solar de La Habana Vieja. Mara tiene por mascota a Lola, una paloma mensajera que la compaña en medio del aislamiento. Es así que La trenza se convierte en una historia de amor por sus dos grandes posesiones: los animales y las largas cabelleras, pero donde también conviven otras realidades muy comunes en la sociedad actual, como la crianza infantil por madres solteras, las complejidades económicas de las familias.
Aunque Amores en tiempos de pandemia trasciende lo meramente amoroso y la actual epidemia, el cineasta Eduardo Eimil prefirió perfilarse por un relato muy a tono con el contexto sanitario, zonas rojas y confinamientos. Cuenta Eimil que Gallo se inspira en una noticia sobre cómo afronta un acordeonista italiano la enfermedad de su esposa. Extrapolado a la realidad cubana, el personaje central de este corto resulta un trompetista que desde las afueras de un hospital toca melodías a su cónyuge como símbolo de amor. Una historia que se enriquece con la relación que establece el protagonista —intencionalmente de apellido Gallo— con los vecinos, las desveladas, el rechazo solapado o la empatía que genera su música.
Con una idea similar llega Los días, uno de los cortos que enfrentó quizás los mayores retos de adaptación a nivel de guion, pues concebido inicialmente para una hora, debió reducirse a quince minutos. La producción de Katherine T. Gavilán y Sheyla Pool se adentra en los desafíos que acarrea la COVID-19 para los dos únicos personajes que intervienen en la trama.
Como en un universo paralelo entra otra de sus piezas: Mercuria. El corto de Fernández-Vega Charadán es una historia más intimista, personal. A la manera de una pequeña road movie urbana, acompaña a la protagonista en un recorrido por la ciudad en moto, en un intento por conectar con lo otro, de reconocerse en lo ajeno sin dejar de avanzar en el camino.
También marcado por un sello muy propio, La muchacha de los pájaros, cortometraje de Alan González, se aventura a descubrir la vida de una joven que habita en solitario su hogar, una película que su director construye con intención de generar disímiles miradas e interpretaciones.
Una historia que salva es Él y ella. Amor en tiempos de pandemia no podría prescindir de la perspectiva esperanzadora ante la tragedia humana. La cinta de Yoel Infante, con guion de Amílcar Salatti, resulta la encargada de darle la pincelada optimista a la vida aun en momentos complejos. Él y ella reivindica el arte como forma de amar, y sobre todo de sanar, con la trama de un hombre que se refugia en sí mismo ante experiencias negativas.
«Las dinámicas de realización han sido sorprendentemente vertiginosas desde la convocatoria. En menos de quince días debían presentar un guion. Creí que se presentaría un número menor de obras, pero la realidad superó mis expectativas. Fueron alrededor de treinta, y todos de excelente calidad. De hecho, para algunos que no pudieron integrar el largo estamos ideando otros proyectos», destaca Fernando Pérez.
A nivel de cohesión, la película supone un reto creativo para hilvanar las historias sin sacrificar estéticas individuales ni violentar tiempos o narraciones. En este sentido, el rol del coordinador general ha sido fundamental. Al respecto, el Premio Nacional de Cine comenta que sus esfuerzos se han volcado a proporcionar transiciones entre uno y otro relato, siempre en conjunto con los realizadores. «La idea es mostrar una imagen diversa de La Habana de hoy».
La primera película coral cubana de seis cortometrajes es un hecho. Aun cuando queda esperar su estreno y la acogida de los públicos, sean los aplausos para sus realizadores. El mérito de crear en plena pandemia, defender las primeras alianzas entre productoras independientes y la institución, y la premisa de reactivar a la mayor cantidad de profesionales posibles resulta cuanto menos un proyecto loable.