Para Verónica de su viejo amigo Robert
La gran actriz cubana Verónica Lynn estuvo de cumpleaños el pasado 7 de mayo. Cumplió nada menos que noventa años, una larga vida consagrada al arte interpretativo, con notables resultados que se traslucen en importantes premios, el reconocimiento popular y el respeto y la admiración de sus compañeros de profesión.
Actriz multifacética donde las haya, Lynn ha transitado por el teatro —su gran amor—, la televisión, el cine y, en menor medida, la radio, en una extensa carrera de éxitos desde los lejanos tiempos de Pumarejo en el Canal 4 hasta su intensa labor cinematográfica de los últimos tiempos.

Seguidora del método Stanislavski, Verónica Lynn obtuvo tempranos reconocimientos por su trabajo en las tablas, al estrenar en 1962 dos obras que se convirtieron en clásicos de la escena nacional, Santa Camila de La Habana Vieja, de José R. Brene, y Aire frío, de Virgilio Piñera, piezas que quedaron marcadas para siempre por su talento. Al margen de otras muchas obras que acometió durante su trayectoria, algunas de ellas dirigidas por su gran amor, el actor y director teatral Pedro Álvarez, Lynn hizo mucho teatro en otro medio, la televisión, y llegó a convertirse en una de las actrices preferidas de la directora Loly Buján en el espacio Teatro ICR, junto a otros intérpretes como Teresita Rúa, Gerardo Riverón, Orlando Casín y Ángel Toraño.
La pequeña pantalla le permitió además ser conocida en todo el país, gracias a su presencia, entre otros programas, en la telenovela Sol de batey, un éxito de la televisión cubana de todos los tiempos, donde encarnó a la malvada doña Teresa Guzmán, un personaje emblemático dentro de su carrera de éxitos. Por su destacada trayectoria en ambos medios, Lynn fue galardonada con el Premio Nacional de Teatro en 2003 y el Premio Nacional de Televisión en 2005.

Respecto a su trabajo ante las cámaras de cine, existe un error generalizado en las filmografías consultadas, que no toman en consideración la primera vez que apareció en un material rodado por el ICAIC. Se trata de Aire frío, corto dirigido por Enrique Pineda Barnet en 1963, con fotografía de Raúl Rodríguez, que recoge algunas escenas del primer montaje de esta pieza de Piñera, realizado por el Grupo Teatro Experimental.
Sin embargo, el trabajo de Lynn en el cine fue esporádico durante mucho tiempo. Si descontamos su breve participación en Una pelea cubana contra los demonios (1972), de Tomás Gutiérrez Alea, según el relato de Fernando Ortiz, donde encarnó a una inolvidable pitonisa[1], su presencia en el cine no se repitió hasta 1985, cuando interpretó a la madre del protagonista en Lejanía, de Jesús Díaz. La actriz ya contaba 54 años de edad.

En cuanto al mundo del cine, Lynn ha manifestado que «los actores de televisión eran considerados actores viciados»[2]. Esto es lo que explica, según la actriz, su escasa presencia en la pantalla grande durante muchos años.
No obstante, a partir de su recordada actuación en el éxito fílmico La bella del Alhambra (1989), con el personaje de Amargen, alcohólica que formaba parte de la claque del teatro, Lynn tuvo una presencia significativa en cortos y largometrajes cubanos y extranjeros. Esta película, además, fue la continuación de su fecunda colaboración con el cineasta Enrique Pineda Barnet, que se prolongó con títulos como La anunciación (2009) —en el que la actriz ocupó el rol protagónico, el de la espiritista— y el corto de ficción Aplausos (2016), trabajo vinculado a su personaje de Amargen.

O sea, a partir de La bella del Alhambra, la carrera cinematográfica de la notable actriz conoció su mejor trayectoria en un dilatado período que se extiende hasta nuestros días. Un año después, en 1990, se estrenó el interesante corto de ficción Solteronas en el atardecer, del director Guillermo Torres, en el que compartió reparto con Isabel Moreno, Ana Viña y Beatriz Torres, y ese mismo año figuró en el corto dirigido por Mayra Segura, uno de los cinco cuentos que conforman Mujer transparente. Años después integró el reparto de un famoso cortometraje dirigido por el español Benito Zambrano, entonces alumno de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y quien unos años más tarde alcanzó enorme éxito dentro y fuera de España con su debut como realizador de largometrajes, con Solas. El corto, titulado El encanto de la Luna llena (1994), reunió un sobresaliente reparto en que además de Lynn se encontraban Reinaldo Miravalles, Asseneh Rodríguez, Alden Knight, Elio Mesa, Tito Junco y María de los Ángeles Santana.
También en esta década trabajó con cineastas extranjeros como el argentino Diego Musiak (Historias clandestinas en La Habana, 1997) y el luso-brasileño Ruy Guerra (Estorvo, 1999), algo que se extendió al futuro en cintas como las coproducciones Rosa la China (2002), de la cineasta chilena Valeria Sarmiento, y Al fin, el mar (2005), del argentino Jorge Dyszel; las películas estadounidenses Papa: Hemingway in Cuba (2015), de Bob Yari, y Sin alas (2015), de Ben Chace; y la colombiana Candelaria (2017), de Jhonny Hendrix Hinestroza.

En cuanto a la cinematografía nacional, la renombrada actriz integró además el elenco del exitoso mediometraje de Humberto Padrón titulado Video de familia (2001) y estuvo presente en los repartos de Las noches de Constantinopla (2001), de Orlando Rojas; Larga distancia (2010), de Esteban Insausti; Esther en alguna parte (2013), coproducción dirigida por Gerardo Chijona; La pared de las palabras (2014), encuentro de la intérprete con el cineasta Fernando Pérez; y El regreso (2018), debut como realizadora de la actriz Blanca Rosa Blanco. Esto sin contar la presencia de Lynn en diversos cortos.
Verónica Lynn ha demostrado, tras su paso por el cine nacional, su capacidad de transformación de un personaje a otro y ha acometido con éxito la elaboración de caracteres rigurosamente cinematográficos, depurados de histrionismos ajenos al lenguaje audiovisual, algo meritorio para quien ha dedicado una parte importante de su carrera al teatro.
[1] Es interesante que posteriormente al estreno del filme de Titón, en la televisión se mostró la obra de José R. Brene Los demonios de Remedios, inspirada en la misma fuente, en la que actuaron Verónica Lynn y Reinaldo Miravalles, quien encarnó aquí el personaje del cura que en el filme asumió José Antonio Rodríguez.
[2] Claudia González Corrales: La felicidad de actuar. «Verónica Lynn: la novia cubana de Stanislavski», Ediciones En Vivo, p. 23.