Cuando Olivia Solano comenzó en la escuela, nadie podía imaginar que pronto provocaría con sus singulares fabulaciones el asombro de los adultos y la complicidad de sus condiscípulos. Era una niña de cinco años que contaba historias valiéndose de sus manos, a modo de actores, escenificando con ellas simpáticos relatos.
Su habilidad narrativa y fantaseadora destacaba ya en aquel prístino divertimento, con personajes e historias de su invención que nombró Producciones Mano Loca. Cuentos tocados por el absurdo —pero no carentes de sentido, como ella creyó en un tiempo—, que tenían realización a través de sus manos (luego también, las de sus amigas), convertidas en entes actuantes del singular pasatiempo. La Pachunga, la Mano Loca, el Pestañao, el Pájaro Toro y el Águila —un malvado introvertido y malhumorado— destacan en aquel conjunto de pequeños cuentos, al identificarse en ellos los principales personajes que los habitaron, componiendo un mosaico de ficciones sencillísimas, a la manera de El buen amigo, donde un niño solitario padece por no tener con quién jugar.
Aquel torrente de fábulas tempranas Olivia lo asumía a la manera de las series por capítulos o filmes con saga. Ejercicios donde pensaba los cuentos cual obras audiovisuales, con presentación y créditos incluidos. Un proceder que no mueve a asombro, si se toma en consideración la influencia en los infantes del consumo habitual de animaciones, circunstancia que ha nutrido y nutre un vasto imaginario, en tanto se ha mantenido alimentando ese nexo especial —y creciente— que en la niñez (y más allá de esta) se tiene con la animación. Un hecho notable en la vida de Olivia, no solo por su particular sensibilidad, sino también por la calidad de la animación que la nutrió, convirtiéndose en paradigma.

Hoy Olivia es una adolescente. Atrapados en el tiempo quedaron los juguetes que la han acompañado. Tienen aún su reino en el apartamento donde ella vive. Se han tomado para sí, lo mismo el balcón, la sala, que su propia habitación. Es allí donde los retuvo en 2016 una fotografía, que sirve de memoria a sus comienzos en la animación y los preserva como esos objetos de culto que ciertamente han sido. Nos remiten a las peripecias que a sus ocho años ideó con ellos, al hacerlos saltar de su imaginación a la realidad, convertidos en los dibujos a lápiz de La pandilla de Pato Verde, saga con tres cuadernos de las historietas de las que formaron parte. Luego pasaron a ser caligrafía de grandes caracteres al tornarse cuento el inicio de aquellas aventuras, además de convertirse en los intérpretes que dirigía al filmar sus propias películas en video.
Fue justo el deseo de dar vida a esos juguetes lo que la llevó a la animación. Un sueño que amasó la constancia y el aprendizaje continuo desde que su papá, Eduardo, le descubriera el stop motion como posibilidad para realizar tal milagro. Olivia conquistó poco a poco la técnica en cuestión; se hizo cargo de la fotografía, de la edición con Nero 7 y de colocar la música, además de concebir los relatos con sus compañeros de diversión: la matrioska junto a Bob Esponja, su Lego, el ajedrez, las fichas de dominó, junto a pedazos de papel y cartón, entre otros, proceso cuyo punto más visible es La familia, un animado que fue mención en el concurso Carrusel de Imágenes, en Pinar del Río, en 2019.
Los personajes, el ingenio y el humor que pasaron a caracterizar sus realizaciones dan fe del temprano universo que Olivia consolidaba mientras aprendía stop motion, momento que puede tomarse como primera etapa de su formación, y que cierra con La perla encantada, un corto más acabado con respecto a sus experiencias de entrenamiento, en ese camino de perseverancia siempre iluminado por la ilusión de realizar animaciones cada vez más complejas.

A los doce años, Olivia se hizo del software Mine-imator, una aplicación que con sencillez permite desarrollar animaciones en la computadora con las pautas del videojuego Minecraft. Gamer ella misma de ese popular pasatiempo de sobrevivencia, acción y aventuras, en vez de convertirlo en hábito adictivo lo utilizó como un medio para imaginar y articular nuevas historias, desde una visualidad a partir de bloques y tipos de personajes subordinados a esa morfología que identifica al videojuego, que se mantiene como diversión global con millones de seguidores.
Aprendió a usar el software al crear todas las secuencias dinámicas de los animados que se inventó en aquel momento. En tan solo unos meses estuvieron listos los primeros resultados de ese empeño, no solo en cuanto a producir animaciones de mayor elaboración formal, sino también en cuanto a complejizar la línea narrativa. Es el caso, primero, de El examen y Bailando, y luego, de Póker y Transformación, con los que exploró las potencialidades gráficas del programa en cuestión, la plasticidad de los personajes (que resultaban a partir de sus pautas) para encarnar sus argumentos, e igualmente los efectos sonoros y la música que los completaba como audiovisuales.
Cuando se valoran estas obras de 2020 no deja de sorprender el ingenio y la imaginación de Olivia, sus chistes y particular humor, la gracia con quepiensa los personajes y las ocurrentes circunstancias en que les hace vivir. En paralelo, está el descubrimiento y la incorporación a su quehacer del lenguaje propio del cine, concibiendo peculiares atmósferas y finales inesperados. Opiniones de semejante naturaleza debieron seguramente rondar al jurado que distinguió su afición y talento, al conferirle ese año mención al corto animado El examen, en el festival online Sol de Oro, en Matanzas.

El impás que ha sido la pandemia en la vida de todos dio a Olivia Solano, sin embargo, una oportunidad excepcional para concentrarse en múltiples y placenteros aprendizajes. Dos años fecundos y laboriosos en los que su afán por aprender le llevó a dominar diversos programas con los que logró completar el uso de diferentes procedimientos de animación. Ocurrió inicialmente con Premiere, cuando quiso aprender stop motion. Después, con otros softwares de Adobe, entre ellos Photoshop e Illustrator, y con Blender, un software libre, que junto al uso del After Effects le han permitido asumir desafíos mayores, al contar con múltiples herramientas para aventurarse en formas animadas cada vez más libres.
En esta ojeada en torno a la formación de Olivia —en buena medida autodidacta— cabe destacar, desde 2019, el influjo de Ivette Ávila y del Festival Infantil del Audiovisual La Espiral, que han constituido, realizadora y muestra, con sus proyecciones y enseñanzas, importantes referentes para ella.
Dentro del fértil territorio que es la vocación de esta jovencísima realizadora en relación con lo animado, ha sido también capital lo aprendido en la Academia Animaluz, iniciativa del ICAIC interesada en estimular en los niños la creación cinematográfica, interés que se expresa a partir de múltiples talleres coordinados por la institución: animación con plastilina, papel recortado, abecé de la animación, dirección de arte, fotografía, guion y edición, entre otros, talleres en los que Olivia estuvo presente y cuyas enseñanzas contribuyeron a su rápido desarrollo y al notable salto que pudo apreciarse en poco más de dos años, en cuanto a técnica y lenguaje en su expresión audiovisual.
No estaría completo este reporte de aprendizajes sin reconocer que la energía vital en el mundo que Olivia ha gestado proviene del encantamiento que le provoca la obra de Juan Padrón, que es en sí misma una escuela. Saberlo permite disfrutar doblemente y a plenitud con ella, tras haber conseguido con ese corto sorprendente que es Refuerzos —joyita de la animación en la isla— homenajearlo con singular inventiva. Funde, en su fascinación por Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, esencias de esas obras emblemáticas del cine cubano en una sola unidad argumental, desde donde hace emerger su propia trama original. Con este corto consigue retener el espíritu humorístico que caracteriza ambos clásicos, rehaciéndolos orgánicamente con otra impronta gráfica y yendo a la esencia del concurso que constituyó su motivación para crearlo: De Mambises, Vampiros y Otros Personajes, donde Refuerzos resultó premiado. Este concurso fue convocado por los Estudios de Animación del ICAIC y el British Council en 2020 como tributo a Juan Padrón, cuya desaparición física había ocurrido a inicios de aquel año.
Con Refuerzos[1] y Lo esencial volvió el asombro de los adultos: una sorpresa seguida de admiración al descubrir las virtudes de sus animados. Virtudes que se acrecientan a partir del giro de sentidos que consiguió darle a una visualidad que todavía se identifica como Minecraft; de su capacidad para seducir al público, lo mismo con un gag de su autoría que al remedar la naturaleza del humor criollo y universal de Juan Padrón, ensalzándolo de forma novedosa; y también con esa aventura suya que fue volver sobre ese clásico que es El principito, con una apuesta de orden poético para hablarle a sus coetáneos acerca del presente.
Lo esencial[2] llama la atención con respecto a los dispositivos electrónicos, que pese a su utilidad sustraen nuestra atención, inducen a robarle horas al sueño y pueden enajenarnos de la interacción social. Punta del icebergcon relación a los efectos desfavorables de la tecnología, su incidencia en el cerebro humano y a lo que ocurre si se pierde el control con respecto a su uso.
Al concebir su metáfora, Olivia apostó por una narración más compleja en relación con sus animados anteriores, y se valió del personaje del pequeño príncipe, icono cultural nacido en la ficción poética de Antoine de Saint-Exupéry, para alcanzar con su reflexión a todos los públicos. La historia que toma en préstamo recrea el relato especulativo de Saint-Exupéry desde la estética de Minecraft, elemento en favor de una atractiva y expedita comunicación con niños y jóvenes como importantes destinatarios del mensaje, sacando además mayor partido en cuanto a visualidad a los patrones estandarizados del software Mine-imator, un hecho que es notable en el diseño del personaje protagónico en algunas escenas, en las atmósferas generadas, así como en el uso del color a lo largo del animado.
La fábula que es Lo esencial vuelve sobre simbolismos abiertos por Saint-Exupéry, particularmente aquel que afirma el valor de lo que es invisible a los ojos. Pero este viaje del príncipe creado por Olivia tiene una sentencia renovada, universal, contemporánea. Nos recuerda: con asteroides abandonados; con el farolero, el geógrafo, el hombre de negocios, el mercader, absortos, sumergidos en sus smartphones; con el abandono de la flor: el peligro de ese tipo de ausencias, de las adicciones y de estar extraviados en el tiempo cuando no se hace un uso responsable de la tecnología.
Estos animados de calibre son, sin embargo, tan solo una parte de las aventuras creativas recientes en las que ha estado sumergida, ampliadas a partir de incorporar a su desempeño la realización de GIF animados, y sobre todo a su incursión en el ámbito del videoclip. Lo aprendido le ha permitido abrirse a estos nuevos desafíos: crear completamente las ilustraciones con las que conformaría Amanecer de la flor, realizar la animática de ese primer videoclip suyo, que se dio a conocer públicamente el pasado verano[3], dar forma y volumen real en la mesa de luz al pelo de la niña en la canción y ser, ella sola ante la computadora, responsable de la totalidad del proceso creativo con solo trece años.
El atractivo resultado de esa experiencia, su dinamismo y fluidez, la belleza del dibujo, el apropiado uso del color, así como el manejo de la animación, hizo del video una obra notable, razones que llevaron a la cantautora Liuba María Hevia a solicitar un segundo videoclip.
A partir de este nuevo desafío, Olivia se propuso ir más lejos con Adivina quién será[4]. Lo conformó a partir de tres técnicas: animación digital, tradicional y 3D. Con esas expresiones llegó a simular formas de la animación artesanal (como el cut out y el stop motion), lo que matizó notablemente la visualidad del videoclip. Cada una de las adivinanzas que componen la canción tiene un estilo particular.
Adivina quién será tiene una narrativa más compleja y un alto nivel de realización. Es notable la habilidad de Olivia para elegir el plano preciso, la imagen esencial en el encuadre, la toma audaz, la buena fotografía, catalizadores sin duda de una rica expresión visual, en un momento en que su trabajo se va tornando más personal. A esto se suma el dinamismo de la realización, el modo en que el color ilumina cada secuencia, unas veces a partir de tonos apastelados y, en otras, con una viveza que afirma la condición festiva del juego adivinatorio que se representa en el videoclip.
Este camino de superación que Olivia eligió, adentrándose en los entresijos del arte de la animación para aprehenderla y multiplicar la ilusión del movimiento, será un continuo viaje de un saber a otro, de reto en reto. Mientras, los videos que difunden la música de Liuba María Hevia (y la poesía para niños de Ada Elba Pérez en los textos) sumarán notas —con nueva apariencia— a la banda sonora (y al imaginario) de estos tiempos, en tanto sus cortos animados se abren paso en festivales[5], ubicándose entre los finalistas de certámenes que han estado ocurriendo en diferentes lugares del orbe.
Con uno de esos GIF que la hacen libre de ataduras narrativas y del corsé del guion, Olivia fue finalista este año en los premios Quirino de la Animación Iberoamericana, en Tenerife, justo donde recibiera en 2021, en su cuarta edición, el premio del jurado en el Concurso de GIF Animados.
He sabido que este verano Olivia se la pasa jugando con otros adolescentes de su aula a crear historias locas, malcría a un camaleón que se le coló en el cuarto y que tomó su mascarilla por hamaca. Intercambia continuamente mensajes desde el móvil con sus amigas y amigos, en tanto disfruta tremendamente de cada ocasión en la playa. Por estos días complejos y supercálidos, ha vuelto otra vez a la carga con los nuevos talleres que ofrece la Academia Animaluz y realiza además para Liuba su tercer videoclip.

Será justo en ese día a día, en los procesos híbridos de aprendizajes y estudios por venir, en las obras que nacerán de ellos y de su confrontación, en las aventuras de su imaginación, en el cultivo de su sensibilidad por una animación cada vez más expandida y en su maduración como artista de la imagen en movimiento, que se tornará aún más nítido el retrato de esta novel realizadora de solo catorce años que este relato dibuja, con una certeza como premisa: el sueño veraz que Olivia Solano ha soñado. El sueño que es, una y otra vez, la animación.
[1] Una hermosa felicitación animada como celebración del amor dio continuidad a inicios de 2021 —otra vez a partir de Elpidio Valdés y María Silvia— a la poética que se había definido antes con Refuerzos.
[2] El corto animado Lo esencial se estrenó en Instagram, el 28 de octubre de 2021, en Sala Negra, la galería del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales en esa plataforma(@cdav_salanegra). Lo esencial participaba como obra de la jornada Mover las Cosas(homenaje al Día Mundial de la Animación) y era conceptualmente el exergo que la presidía, mostrándose unida al trabajo de artistas visuales como Sandú Darié, y de las creadoras Sandra Ramos, Glenda León, Analía Amaya, Diana Fonseca, Jenny Brito y Greta Reyna, con que se había conformadoVigilia, exposición virtual de videoarte animado.
[3] La canción «Amanecer de la flor» pertenece al CD Travesía mágica(2001), de Liuba María Hevia. El videoclip, creado por Olivia con esta canción, forma parte de los seis audiovisuales que se han realizado para celebrar los veinte años del estreno de ese álbum musical, momento en el que la cantautora aspiraba a tener todos los temas musicales convertidos en videoclips animados.
[4] A diferencia de Amanecer de la flor, cuyaanimación se hizo en medio de la cuarentena por la pandemia, el proceso de realización del videoclip Adivina quién será coincidió con la vuelta al colegio. Tal concurrencia complicó el proceso de trabajo, y para agilizarlo en la fase final se sumó la colaboración de Eduardo Solano —padre de Olivia y diseñador— en la animación artesanal para concluir la entrega en la fecha fijada.
[5] Lo esencial ha integrado en 2022 la selección oficial del Busan International Kids & Youth Film Festival (BIKY) y el Seoul Guro International Kids Film Festival (GUKIFF), en Corea del Sur, y del International Film Festival Schlingel, en Alemania. Estuvo además entre los finalistas del Smile International Film Festival for Children & Youth (SIFFCY), de Nueva Delhi; el International Youth Film Festival-Festival Plasencia Encorto, en Extremadura; el Festival del Cinema di Cefalù, de Italia; el Student Cuts Film Festival, en Eslovenia, y en el evento de cine independiente Arizona International Film Festival, en Estados Unidos.