Según la Real Academia Española, «guajiro» es una persona procedente de una zona rural, de modales rústicos, y tímida. Según fábulas populares significa «héroe de guerra», transliterado a partir de los términos anglosajones war hero. Incluso la tradición cultural hispánica registra el vocablo como una tonada precursora del tablao o la rumba española. Sin embargo, para los guajiros de Wajiros Films, la expresión simboliza emprendimiento, reivindicación, resiliencia.
Hace siete años, la emigración hacia La Habana provocó en Carlos Gómez, director ejecutivo del colectivo de creación, sinsabores, retos, estigmas. Escuchó muchas veces aludir a sus coterráneos regionales con intención despectiva bajo la voz gramatical que tiempo después cambiaría su vida personal y profesional: «Desde entonces me perturbaba que el término “guajiro” se usara como sinónimo de inepto, como expresión de poco gusto estético. Fueron prejuicios que viví en carne propia. Y de ahí me surgió la inquietud por el tema de los guajiros».

De formación periodística, el universo cinematográfico le resultaba a Carlos muy cercano y atractivo. Aprovechó la oportunidad de trabajar para la productora independiente El Central Producciones y decidió fundar su propio proyecto. Rondaba 2017. En tiempos en que los fondos de fomento para el cine y registros del creador eran aún inimaginables, Wajiros Films fungió al principio más bien como un sueño de sus realizadores, un período de aprendizaje y de preparación.
Era un grupo apenas integrado por tres jóvenes, con par de cámaras, una maleta de lentes y accesorios básicos que permitían hacer cosas muy pequeñas. Todos provenían de otras provincias del país, en las cuales siempre es más complicado que en La Habana acceder a las tecnologías, cuenta Diana Moreno, cofundadora del colectivo.

Eran pocos los recursos, pero si había dos cosas que tenían claras desde entonces eran la premisa de apoyar la creación joven, sobre todo en el interior de Cuba, de egresados de las escuelas de cine o no, y su nombre, Wajiros.
«Siempre tuve claro que sería con W. Quería jugar con aquel mito de que cuando los soldados norteamericanos estaban en Cuba durante la intervención llamaban a los mambises war heroes —explica Gómez—. Entonces hice una combinación del sentido nuestro de guajiros y la versión norteamericana del héroe de guerra, de modo que aludiera al guajiro cubano como un personaje luchador, emprendedor, a pesar de los obstáculos y estigmas con los que debe arar, y reivindicara sus cualidades, los esfuerzos de hacer el arte fuera de las grandes ciudades».

Así, Wajiros representa un espacio donde se trascienden las fronteras cosmopolitas, donde se defiende lo tradicional desde la contemporaneidad. Un proyecto que impulsa el talento y el potencial de un realizador, más que su trayectoria o una obra exquisitamente planteada.
«Nuestra esencia es trabajar con realizadores en ciernes, estudiantes, amateurs, y apoyarlos. Siempre tenemos las puertas abiertas para todos. Les preguntamos qué quieren hacer y buscamos la manera de que lleguen ahí, proporcionándoles las herramientas para superarse. Ellos deciden cuánto necesitan de nosotros y cuándo emprender, o no, su propio camino», refiere Carlos.

Wajiros Films realizó su primer cortometraje en 2018, audiovisual que se hizo con el apoyo del ICAIC. Los coleccionistas fue el punto de partida para el grupo, una obra a la que siempre vuelven por lo que supuso en materia de superación, además de que allanó el camino para la legalización del colectivo, cuando surgió poco después el Registro del Creador.
«Ya desde 2017 manteníamos diálogo con instituciones del Ministerio de Cultura, con el ICAIC y la Asociación Hermanos Saiz. El mayor reto fue su alegalidad durante ese tiempo, puesto que había cosas que se volvían demasiado engorrosas y difíciles», rememora Moreno.

Fue en ese momento también cuando la fotógrafa Deymi D’Atri se integró a Wajiros: «Fungí como directora de fotografía de Diana Moreno. Fue entonces cuando mi vínculo se hizo más fuerte e hice mías sus aspiraciones. Soñamos todos. Las ideas nacen y toman forma gracias a la entrega y las propuestas de cada una de las personas que son parte de Wajiros Films. En largas conversaciones solemos ir soltando ideas, desde las más sensatas hasta las que pueden parecer disparatadas, y vamos dándoles orden y concierto a las que entendemos que podemos llevar a buen puerto».
Desde la génesis hasta la actualidad, la producción de Wajiros Films ha buscado tanto la diversidad de géneros como de realizadores y alianzas, esfuerzos que se evidencian en los treinta cortos y cinco largometrajes, decenas de videoclips y conciertos que ya componen su catálogo.

Así, pueden citarse varias coproducciones como La gente del documental, obra de no ficción sobre el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y aquella vez en que fueron más de cuatrocientos artistas y músicos cubanos a tocar a Washington. El material se hizo en conjunto con varios proyectos audiovisuales como i4Films, FAC Films y Estudio 50. Otros filmes son Historias de ajedrez, cinta de ficción de Emmanuel Martín, primera en concretar el objeto esencial de apoyo al trabajo cinematográfico en el interior del país, y el documental Órgano, al ritmo del son molío, de Rosa María Rodríguez Pupo.
2020 trajo para Wajiros Films la anhelada legalidad, cuestión que supuso nuevos desafíos. «Conllevó que aprendiéramos a funcionar como una pequeña empresa y continuar perfeccionándonos a la par de las modificaciones que están ocurriendo en el contexto actual en torno a la realización independiente», subraya Diana Moreno.

Aun cuando oficialmente el proyecto está constituido por tres miembros, la casa de C y 17, su actual sede en El Vedado capitalino, acoge a diario a jóvenes realizadores, de formación cinematográfica o egresados de carreras afines, estudiantes o simplemente amantes del proceso creativo del séptimo arte que se suman a colaborar desde diferentes ramas de la producción. «Los acompañamos en su crecimiento. Algunos han comenzado haciendo asistencia de cámara y luego han devenido fotógrafos de publicidad, videoclips, cortometrajes», destaca la codirectora.
Pero esta dinámica no es exclusiva para sus colaboradores. Por su condición de proyecto pequeño, en Wajiros Films no existen roles fijos ni delimitados, sino que alternan entre todos, de manera que se fomente una preparación más completa. Al respecto, D’Atri comenta que entre sus rutinas a menudo asume el departamento de Cámara por ser fotógrafa de profesión, Carlos, los de Edición y Postproducción, y Diana, las licitaciones, organización y guiones.

Recientemente, Wajiros Films emprendió un proyecto sin precedentes en el contexto audiovisual cubano. La red de colaboración Varentierra, vocablo también inspirado en las raíces nacionales, surgió el pasado diciembre. La iniciativa de coworking, resultado de los diálogos entre el colectivo y la productora Yamila Marrero, permitió armar una plataforma para el encuentro entre independientes e instituciones, jóvenes y experimentados creadores del país, con la cual se incentiva el intercambio y la retroalimentación.
La experiencia, realizada en La Habana, permitió un bosquejo y actualización sobre el panorama productivo contemporáneo en Cuba, y la asesoría especializada de profesionales del gremio como Fernando Pérez, Amílcar Salatti, Luis Alberto García, Claudia Calviño y el fotógrafo recientemente fallecido Raúl Pérez Ureta, quienes revisaron los diez proyectos audiovisuales en desarrollo que se presentaron a la cita.
«Varentierra es una apuesta por los más jóvenes del gremio audiovisual cubano, con el afán de acercarnos a ellos y acompañarlos en su crecimiento profesional», valora la fotógrafa del colectivo. «Nuestro sueño es que la sesión de coworking ocurra una vez al año como espacio fijo, y también en el centro o en Oriente, para darle la oportunidad de participar a realizadores del resto del país y que gane el cine cubano todo», añade Diana Moreno.

Muy a tono con las directrices del colectivo, Wajiros Films impulsa también durante estos meses las producciones conjuntas del ICAIC con realizadores independientes. Su aporte ha supuesto un importante apoyo técnico, conceptual y de personal en el largometraje coral de ficción Amores en tiempos de pandemia y en la serie documental Memorias del cine cubano, pero sobre todo en En set, un conjunto de cápsulas que, a modo de entrevistas a prestigiosos hacedores del cine cubano, muestran devela el andamiaje creativo que demanda un audiovisual.
Los «wajiros» idearon una manera de contribuir a la enseñanza de quienes en medio de una pandemia se forman en el mundo del cine, pero extensible también a los cinéfilos ¿Cómo estrechar las distancias entre la teoría y la experiencia práctica? ¿Cómo explicar metodologías y conceptos de una manera que no sea tediosa ni mecánica, y que además sea potable para cualquier público, incluso no especializado? El reto estaba sobre la mesa.

El «bohío» de El Vedado transformó sus salones en un pequeño pero acogedor y confortable estudio de grabación, monitoreado por estudiantes y recién egresados de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, quienes vivieron la experiencia de producir un material concebido para su propia superación y recibieron de cerca los consejos de los profesionales que pasaron por el set. «Fue una experiencia necesaria. Registrar tanta información importante de personalidades con tanto conocimiento del audiovisual fue una suerte, algo muy valioso y útil», expresa D’Atri.
Wajiros Films crece, no se amilana ante prejuicios ni obstáculos, es, en sí mismo, ejemplo de cuánto se puede cambiar desde el cine en las realidades humanas, incluso, las definiciones en el diccionario. Soñó con convertirse en un colectivo audiovisual, legal, consolidar sus objetivos, y lo hizo, lo hace. Sueña hoy con ampliar sus horizontes y transformarse en una empresa multimedia que integre Wajiros Music, Wajiros Fashion y Wajiros Food. ¿Ambiciosos? Quizás, pero su virtud de querer crear constantemente le permite esa proyección hacia el futuro. Bienvenidas sean las ambiciones si llevan consigo la premisa de ser útiles.
«El proyecto ha ganado en experiencia —opina Deymi—, sigue apostando por los mismos preceptos desde su fundación, pero que ha crecido. No ha dejado de ser una aventura, una apuesta y una puesta poética, pero ahora desde una postura más responsable y seria».

«En el caso de Wajiros Music, que luego de Wajiros Films ha tenido los mayores resultados, es un proyecto bastante insipiente y pequeño. Se subordina a la filosofía general de Wajiros, eliminar estereotipos e ir reduciendo las fronteras que dificultan el acceso al mercado y la industria, a visibilizar el talento emergente, apunta Moreno».
Desde esa plataforma se han producido conciertos, videoclips, materiales promocionales. El recién estrenado audiovisual Bailarás, de la popular agrupación Toques del Río, es una de las producciones que lleva su sello.

Aunque aún los otros dos proyectos apenas inician, una saga de Wajiros se avizora en los páramos del audiovisual cubano. Historias que creen empatías, identidades, un sentimiento de pertenencia no a una geografía, sino a un objetivo común, como rezan sus máximas. Si ya han engendrado una estirpe, cambiemos la G por W cuando hablemos de emprender en el cine cubano sin temor a cosmopolitismos.