Continuamos con esta visión poliédrica, como si fueran las facetas de un diamante, valga la coincidencia, que Octavio Cortázar había emprendido en abril de 1963, y a la que ahora nos vuelve a encaminar en sus pasos hasta el domicilio de quien fue por un tiempo pianista acompañante de Rita Montaner, pero también su coterráneo guanabacoense y amigo de la familia.
Aunque Ignacio Villa (1911-1971), después conocido como Bola de Nieve, comenzó desde muy joven en los cines acompañando al piano películas silentes, no es hasta 1933, cuando Rita Montaner lo lleva como su pianista a México, que él asume (por indisposición de ella) por primera vez el rol de cantante.

La biografía de Bola de Nieve es ampliamente conocida. No encontraremos muchos que no lo consideren una de las más grandes figuras de la música cubana, como compositor, pianista, ocasional director de orquesta y cantante extraordinario.
¿Qué hubo en el actuar de Bola de Nieve que a Rita tanto le molestó y que hizo de esa amistad una verdadera tortura? No estamos en condiciones de expresar nada concluyente, y aun cuando pudiéramos especular, nos quedaríamos ahí.
Nuevamente, queremos justificar este acto de remover el pasado, ese que muchos piensan que está ahí inconmovible, pero que se renueva con cada distinta visión, y que irá cambiando con las épocas. Con el regreso a estos sonidos, como si pretendiera ser dios, quiero ahora, tal vez en infructuoso afán, tratar de ordenar aquello según mi parecer, e intentar que los protagonistas puedan intercambiar un diálogo imaginario. Pero, infelizmente, por mucho que nos esforcemos, no lograremos decirle a Rita lo mucho que Bola la quería, como tampoco él podrá oír a Rita decirle: «Perdón, no era contigo».
Bola de Nieve falleció en México el 2 de octubre de 1971 cuando se encontraba en tránsito hacia una gira por Perú. Su última actuación pública había ocurrido en el teatro Amadeo Roldán, el 20 de agosto de 1971, precisamente en un concierto en que homenajeaba a Rita Montaner por el aniversario 71 de su natalicio. Son los gestos póstumos con que el destino quisiera enmendar sus tantos errores, como refleja también el testimonio de Gonzalo Roig, cuando Rita, en el hospital poco antes de morir, le escribió en la pizarrita con que se comunicaba que estaba muy arrepentida.
Lo que aquí ahora mostramos es el testimonio, muy determinado por la emoción, de una relación en verdad tóxica y tan contradictoria como si estuviera hecha de ese incombustible material con que están construidas tantas canciones.