Luego de 62 años y alrededor de una veintena de identificadores (en su mayoría logotipos) conviviendo de manera simultánea y aleatoria, finalmente el ICAIC, primera institución cultural creada por la Revolución, tiene lo que en rigor se considera una identidad visual.
El joven diseñador gráfico Javier González Borbolla fue el responsable de darle la nueva imagen visual al Instituto, trabajo que asumió con gran placer, pero también con su cuota de presión ante el compromiso de darle un identificador a la institución que desde su nacimiento, el 24 de marzo de 1959, ha regido la producción cinematográfica nacional y concebido una política cultural con incidencia y efectos no solo en el séptimo arte, sino en la cultura cubana toda.

La nueva identidad, que podrá distinguirse en varios soportes, desea transmitir, según Borbolla, movimiento, ascenso, en consonancia con las transformaciones y actualizaciones a las que siempre está atento el Instituto. Asimismo, los ajustes tipográficos en sentido diagonal del logotipo remiten a elementos asociados con el cine, como la claqueta y las cintas de celuloide.
Sobre el proceso de creación de la identidad del ICAIC, su pasión por la cartelística, trabajo y aspiraciones como diseñador gráfico, conversamos con Borbolla para la Revista Cine Cubano.
¿Cómo comienzas en el proyecto de la nueva identidad del ICAIC?
A principios de 2020, cuando la COVID-19 aún no había llegado a territorio nacional, estábamos reunidos en uno de los encuentros mensuales del Centro de Información del ICAIC, y allí surgió la idea de generar definitivamente una identidad visual que se ajustara a las estrategias actuales de comunicación del Instituto.
¿Qué conceptos trabajaste para llegar al identificador final? ¿Cómo llegaste a ellos?
Entre las premisas trabajadas hubo variedad de conceptos. Estos transitaron entre los rangos que van de lo clásico a lo contemporáneo, de lo evocativo a lo innovador, de lo referencial a lo novedoso. Así, alternativamente, fuimos recorriendo distintas etapas de trabajo individual e intercambios aislados con algunos trabajadores del Centro de Información, directivos del Instituto y otros especialistas externos que fueron de gran ayuda.
¿Cómo fue el proceso de diseño?
El primer paso fue buscar un equipo para trabajar en este proyecto. Hablé con unos colegas diseñadores que tienen mucha experiencia en identidad corporativa y ellos aceptaron. Pero nunca llegamos a hacer trabajo de mesa, porque salieron a trabajar fuera de Cuba y la pandemia los dejó varados por más tiempo de lo previsto.
Fue así como el proyecto de identidad del ICAIC fue dilatándose en el tiempo, entre incertidumbres, agobios y algunos trabajos circunstanciales que surgieron en esos meses, de carácter urgente por la situación sanitaria. No obstante, sin una rutina programada, sin una fecha de entrega prevista, los conceptos e ideas fueron emergiendo.
Terminó por ser un proyecto individual y no en equipo, que llevó mucho tiempo de previo análisis, de estudio de los factores y causas que nos situaron en este comprometido e importante trabajo. Tiempo para ver y justificar lo que había pasado históricamente con los signos de identidad del ICAIC.

Luego de todo este período de asimilación, en un primer momento, presenté una serie de propuestas con criterios estéticos y conceptuales diferentes para buscar el camino más pertinente. Entre algunos especialistas y directivos nos decantamos por la premisa que dio origen a la actual identidad visual.
En el proceso de desarrollo de alternativas fueron de gran ayuda los criterios de varios colegas diseñadores. A veces cuando dedicamos mucho tiempo a un proyecto empezamos a sufrir una especie de «síndrome de conformidad» y dejamos de ver los elementos que son mejorables en nuestro diseño. Ahí juega un papel fundamental el ojo desintoxicado de los compañeros.
No fue hasta la fase de las variantes finales que estas se generalizaron a un mayor segmento de personas del ICAIC, y las llevamos a la presidencia para analizar y definir la propuesta final.
Aun cuando se seleccionó, continuaron los ajustes, incluso hasta el día antes de su presentación oficial. Nos sirvió de mucho publicar un adelanto en las redes sociales del Instituto, en las que varios usuarios nos brindaron sus criterios e hicieron algunas sugerencias que se estudiaron.
¿Cómo influyó tu trayectoria y vínculo estrecho con el cine cubano en el diseño de esta nueva identidad?
Como diseñador del Centro de Información del ICAIC, de carteles para cine y otros soportes promocionales, de créditos para audiovisuales, durante años he sentido la ausencia de una marca diseñada y responsablemente aplicada. Era una necesidad crónica y cualquier comunicador, diseñador, cineasta que alguna vez se haya encontrado con la incertidumbre de «cuál logo usar» se sentirá hoy más aliviado. El hecho de haber trabajado tres años en la meca del cine cubano y conocer de cerca su sistema, los rostros, los modus operandi, me aportó mucho.
¿El hecho de que el ICAIC, una institución cultural de tan larga e importante trayectoria, no tuviera una identidad definida hasta ahora supuso una mayor presión para ti?
La presión, la responsabilidad, fue y aún es mayúscula. Durante estos 62 años asomaron en el espacio institucional una veintena de identificadores diferentes, algunos proyectos de tesis que nunca fueron aplicados correctamente, otros, creados por usuarios necesitados. Ello dio como resultado un escenario contaminado de diversas identidades que atentaban contra el orden y la sistematicidad de la comunicación del Instituto.
Durante el proceso hubo momentos en que me cuestioné si estaba preparado para asumir un trabajo tan importante, sabía la gran responsabilidad que conllevaba darle una identidad visual al ICAIC, una de las instituciones más significativas de este país.
¿Sigues algún tipo de metodología, ritual, a la hora de trabajar?
Realmente no, no tengo horarios específicos para trabajar, ni rutinas. Mi sistema de trabajo es bastante desordenado. Eso sí, prefiero antes de comenzar un proyecto estudiar todo lo relacionado con este, nutrirme de imágenes y otros materiales que se hayan producido sobre el asunto. También pienso que cada proyecto creativo es muy particular: sería imposible asumirlos todos desde la misma metodología.

¿Prefieres trabajar solo o en equipo?
Eso depende del proyecto, pero creo que en general el trabajo en equipo se disfruta más y queda mejor resuelto. Aunque en este caso realicé el trabajo solo, siempre me hace bien, tanto a mí como al diseño, mostrarlo y someterlo al criterio de algunos colegas cercanos.
Tienes en tu haber numerosos carteles para eventos, películas, concursos… ¿Sabes cuál es la cantidad?
Nunca me he dedicado a contarlos, pero ya superan los cien.
¿Este número tan elevado responde a una preferencia por esta especialidad del diseño?
Sucede que las elecciones, las relaciones, las circunstancias, lo empiezan a llevar a uno, como por inercia, por un camino en el que comienzan a encasillarte; y esta ha sido mi suerte, porque como he dicho en otras entrevistas, me apasiona hacer carteles: de cine, culturales, sociales, pero carteles al fin. Cuando era estudiante de Diseño y empezaba a aprender sobre la historia del cartel cubano y el impresionante trabajo de los icónicos diseñadores de antaño, hasta llegar a los más reconocidos del contexto actual, yo, un alumno más del montón, soñé con ser parte de esa historia.

Todavía estoy muy lejos de entrar a los libros de texto, quizás no suceda, pero, mientras, sigo trabajando ardua y constantemente, haciendo lo que más me gusta: diseñar carteles.
En el Instituto Superior de Diseño se imparte el diseño de cartel como una asignatura optativa. ¿Qué opinas al respecto?
Hace años en la academia no se le da al cartel la importancia que merece. Tampoco existe una programación fija de este contenido como parte del programa de estudios. A veces se imparte como un ejercicio corto de la asignatura de Diseño, en otros cursos se da como asignatura optativa, y hay generaciones que pasan en blanco, sin recibir los conocimientos de cartel.
Me parece un error menospreciar ese peldaño de la historia cultural de este país, que además nos puso en el mapa en materia de diseño y artes gráficas. Promover y conservar en las nuevas generaciones de diseñadores cubanos el respeto y la motivación por el cartel cubano es imprescindible.
Muchos hablan del diseño, incluso desde la academia, como una ciencia y no como un arte, en tanto el diseñador trabaja respondiendo a los intereses de un cliente. ¿Qué crees?
Hoy cualquier objeto o soporte creado es llamado «diseño»; pero el buen diseño, el diseño consciente, ante todo debe ser útil, funcional, con el plus de ser estético. Brindarle mayor o menor dosis de belleza formal depende de la búsqueda artística.

Creo que los diseñadores debemos siempre buscar un equilibrio entre estos fundamentos, nunca olvidar que trabajamos para un usuario, más que para un cliente (y hacérselo entender a ese cliente), un usuario con necesidades físicas o emocionales, que está en la búsqueda de una solución. Y este, seguramente, preferirá un producto que sea útil y a la vez bello. Nuestro trabajo como buenos diseñadores es descubrir, mediante estudios, herramientas, experimentos, cuál es esa solución.
En resumen, pienso que los artistas crean principalmente para expresarse ellos mismos; para esto solo necesitan sus sentimientos. Pero los diseñadores creamos para que otros puedan expresarse, y para esto necesitamos la ayuda de la ciencia.
Estos tiempos han sido muy complejos por la COVID-19. ¿Cómo los cambios en las dinámicas de vida que ha traído la pandemia han incidido en tu proceso creativo?
Cuando llegó por vez primera el paro general por la COVID-19, y se produjo tanto temor por el desconocimiento de esta nueva enfermedad, traté de canalizar mis incertidumbres haciendo carteles. Retomé el hábito de concursar, una actividad que, por falta de tiempo y por el rigor del trabajo, nunca podría hacer en tiempos normales.
Me refugié en las redes sociales, en la búsqueda de nuevos escenarios, virtuales, para continuar trabajando y haciendo contactos. En un año participé en cerca de cincuenta concursos internacionales y clasifiqué en la mayoría, expuse en varios países, gané premios y así me mantuve creando sin parar, motivado por la emoción del descubrimiento.

Pudiera considerarse que tienes un ritmo de trabajo bastante frenético, sobre todo, reiteramos, en la creación de carteles. ¿Te obligas a trabajar cada día o es cuestión de inspiración?
Sí, cada día, cada noche, trabajo sin parar. Ocasionalmente, cuando la vista o la espalda no aguantan más, me tomo un descanso. Lo siento, soy adicto al trabajo, sé que tengo que solucionar ese problema.
¿Hay algún proyecto específico relacionado con el diseño gráfico que te gustaría realizar en un futuro cercano o a largo plazo?
Hay muchos proyectos que me gustaría realizar en un futuro; por mencionar algunos: tener la oportunidad de realizar una exposición personal, hacer un homenaje gráfico a mi ciudad natal, Trinidad, diseñar la biografía ilustrada de algún cineasta reconocido, diseñar la imagen de un festival internacional de cine, hacer un máster en Diseño… continuar haciendo carteles.
Imágenes: Cortesía del entrevistado.
Excelente entrevista a Borbolla