No soy dado a escribir sobre una actriz o actor en particular: aprecio a un intérprete dentro del contexto de una película, aun cuando siga su trayectoria por el cine, el teatro y la televisión. De hecho, es muy difícil que dedique más de un párrafo a lo que suelo resumir en pocos adjetivos o en una frase: el Dean Moriarty de Garrett Hedlund de En el camino (Walter Salles, 2012) es el auténtico espíritu de la generación beat. Si no estuviera, el filme casi que pudiera eludirse, no obstante las grandes figuras que aparecen. Está, por ejemplo, Kristen Stewart, a quien menosprecié hace ya algún tiempo. Pues, a pesar de la saga Crespúsculo (2009-2013) y Blancanieves y el cazador (2012), es una excelente actriz.
Esa predilección de Guillermo Cabrera Infante, Caín, por Gloria Grahame yo no podía entenderla, sobre todo viniendo de un crítico tan exigente como él: «No quería hacerle el amor, solamente acostarme con ella sobre esa amplia sábana vertical del cine, solo sombras los dos, cada noche. La gloria era ella»[1].

Pasado el tiempo, logré simpatizar con Grahame por esa reparación que Annette Bening hizo de aquel mito en la abrumadora y bella Las estrellas de cine no mueren en Liverpool (Paul McGuigan, 2017). Los gustos, más que los desagrados, son así de libres y caprichosos. ¿No escribió Octavio Paz un ensayo sobre María Félix? ¿Qué le vamos a hacer? Admiraba a una actriz que omitía con frecuencia las pausas y las inflexiones en sus bocadillos. Y a propósito de la Félix, Caín le dedicaría varias páginas elogiosas en Cine o sardina, donde se atreve a decir que la italiana Silvana Mangano es casi seguro que decidiera imitarla. ¿En serio?
Rufo Caballero escribió sobre actores y actrices. Era su derecho como crítico de cine y lo es para cualquiera que desee hacerlo sin incurrir en lo básico de la biografía. ¿Por qué siempre un director tiene que estimular páginas sobre una de sus películas o sobre él mismo? ¿Acaso trabajan con ropajes que desechan luego como Peter Greenaway, o es que a muchos personajes les espera el lamentable destino de ser arrojados a un basurero como las marionetas Otelo y Yago del corto de Pier Paolo Pasolini ¿Qué cosa son las nubes? (1967), encarnadas por Ninetto Davoli y Totò, respectivamente? Daniel Céspedes escribe sobre actores y directores. No se extrañe el lector que cualquier día escriba un ensayo sobre Jessica Lange o Sigourney Weaver. A Antonio Enrique González Rojas le gustan mucho las comparaciones entre directores y géneros para estar deteniéndose en hablar sobre determinados actores. Aunque le encantan los personajes, y a ellos sí es capaz de dedicarles hasta un volumen. Luciano Castillo pudiera sumirse e inmolarse en un estudio historiográfico acerca de Anna Magnani; José Alberto Lezcano, en una semblanza crítica sobre Vivien Leigh.
Las buenas biografías son otras maneras de aproximarse a una época, de prolongar el séptimo arte. Por cierto, Jorge Yglesias, muy selectivo en lo que ve y escribe, hace un estudio homenaje sobre el Gordo y el Flaco en su fabuloso ensayo Stan Laurel y Oliver Hardy. Dos sombreros[2].

Hoy voy a aventurarme a escribir sobre una actriz estadounidense llamada Jessica Chastain, a quien recuerdo vagamente en La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012) y en Mamá (Andrés Muschietti, 2013). La evoco también en la adaptación cinematográfica Coroliano (2012), de Ralph Fiennes. En esta última se acomodó con franqueza a Virgilia, ese personaje shakesperiano que la crítica no pudo obviar. Si bien antes, hay que decirlo, su derrumbe con rectitud en El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) resultó extraordinario. ¿Y qué hace en una película de terror como Mamá para no parecerse a esos personajes que suelen gritar y correr todo el tiempo? Su Annabel Moore está moldeada con una psicología ambigua a fin de intrigar al espectador más exigente. El temor y la duda acompañan a una mujer que, de la incertidumbre al empoderamiento, se crece, pues lucha sin permitirse ser asfixiada por esa extroversión del mal que no termina por descifrarse completamente. La puesta en escena de un relato terrorífico —lo tiene muy claro Chastain— no debiera descansar a secas ni en los mejores efectos especiales.

Ignoro cómo ocurrió, pero lo reconozco: había pasado por alto a esta chica, acaso absorto en otras interpretaciones de actrices de su generación o incluso a consecuencia de las veteranas. Chastain cumple en marzo 45 años. Ganadora de varios reconocimientos como el Globo de Oro, el BAFTA, el del Sindicato de Actores…, ha llamado además la atención por las candidaturas a los premios Óscar por, entre otras, La noche más oscura y Criadas y señoras (Tate Taylor, 2011). Su Celia Foote en esta última, entre cándida y sensual a lo Marilyn Monroe, es tremenda por simpática, a medio camino entre la alegría y la desesperación por quedar bien con su papel de esposa y ama de casa. ¿Cómo se puede a un tiempo ser tan deseable y frágil, esto último rayano en la lástima? Teniendo la posibilidad de ser señora de acuerdo al sueño norteamericano de los años sesenta, se ha permitido convertirse en una criada servil, dependiente, obsesionada. ¿Cómo ser en apariencia un personaje tonto cuando en realidad es más complejo y es quien mejor representa las principales posturas antagónicas de la trama: mandar por costumbre y obedecer por necesidad?

Eso de convertir en grande un papel pequeño y hasta una mera aparición —sin ser el caso en Criadas y señoras— lo puede hacer Jessica Chastain. En 2011, para que no quedara ninguna duda, fue declarada como la mejor actriz de reparto por el Festival de Cine de Nueva York. Había participado, destacando, en Take Shelter, Criadas y señoras y antes en El árbol de la vida.

En 2022 vuelve a estar nominada en el apartado de mejor actriz por Los ojos de Tammy Faye, de Michael Schowalter. Compite esta vez con Penélope Cruz (Madres paralelas), Kristen Stewart (Spencer), Olivia Colman (La hija oscura) y Nicole Kidman (Ser los Ricardos). La competencia está fuerte hasta por razones extracinematográficas, porque de los Óscar uno puede esperar cualquier cosa. Mas su caracterización de Tammy Faye es una fiesta tanto como es influyente y polémico este personaje. Copia a la mediática evangelista con una precisión y sinceridad que casi le roba la escena a su compañero de reparto, el no menos soberbio Andrew Garfield. Pero como la película está concebida desde la perspectiva de Faye, la actriz —por encima del retoque de maquillaje aplicado en su expresión según van pasando los años, e incluso de su variación en su manera de andar—, consigue el tono nasal y el reír chillón del referente real. Para colmo canta, y no incurre en el ridículo, pues Faye fue excesiva y crédula, pero no extravagante. Al respecto, se luce mucho más que Meryl Streep.
Para no ir a menos de otros papeles de chica dura que ya ha realizado, demostrando que puede seguir la tradición de Linda Hamilton, Charlize Theron, Milla Jovovich, Kate Beckinsale… es una de las protagonistas de la película de espionaje Agente 355 (Simon Kinberg, 2022). A estas alturas, ¿sorprende verla encarnando a una espía de rango mayor? La bella y temible espía no es continuidad de su protagónico en Ava (Tate Taylor, 2020). Sin embargo, vaticinaba lo que se veía venir con su 355.

Aquí se pone en la piel de una mujer de armas tomar, literalmente, que, junto a Diane Kruger, Penélope Cruz, Lupita Nyong’o y Bingbing Fan, forman equipo para dar un mejor entretenimiento que la última de James Bond (No time to die). No en balde, se menciona a Bond con cierta ironía que comprende al personaje y sus desiguales sagas. Es verdad que Agente 355 presenta giros inesperados y fallas en sus líneas argumentales. Para colmo, las situaciones límites conducen a cierta incoherencia en el comportamiento de algunas de las protagonistas. Pero es lo que les han pedido por guion, porque, en términos interpretativos, todas están de lujo. Entonces no cuesta creer que una de las actrices sea la misma de La noche más oscura o The Fields (Ami Canaan Mann, 2011). Sin encasillamiento de ningún tipo, es para temerle. ¿Cuáles son sus recursos? ¿Acaso importa? Camaleónica, bella, irrepetible. Ver a Jessica Chastain en Los ojos de Tammy Faye y en Agente 355 nos confirma un hecho categórico: es una de las grandes actrices del cine mundial.
[1] Guillermo Cabrera Infante: Cine o sardina, Santillana, S. A., Madrid, 1997, p. 235.
[2] Ver revista Kinetoscopio, vol. 13, nro. 61, 2002, Colombia, pp. 8-13.