El riesgo de todo corto de ficción o documental es que los recursos audiovisuales redondeen o al menos digan más de lo que el espectador aprecia en las imágenes, en la banda sonora. El cortometraje no queda invalidado por su corta duración. Como máximo, no debe pasarse de los treinta minutos. Es la producción cinematográfica preferida por algunos cineastas, no solo para crear con más libertad, sino para experimentar, mezclar genéricamente, aventurarse a abordar temas menos comerciales. Aunque, ¿qué no es comercial hoy?
Al ser obras de corta duración, no tienen que apegarse a las normas y soluciones narrativas más frecuentes de los largometrajes. A ello se le suma que la producción suele ser menos compleja y es más flexible el uso de referencias cinematográficas. Más allá de la ficción, a ratos es difícil clasificar en esencia el superobjetivo de un corto, lo que se cree pudiera atentar contra la propia obra que tiene prefijado o definido su conflicto.

Por otra parte, está lo complicado de su comercialización, que luego de su paso por diferentes festivales, si es que ha corrido con tamaña suerte, los directores no logran encontrar dónde volver a exhibir su obra, que pudiera terminar archivada, y que a veces solo es sacada para celebrar un aniversario o porque ha sido objeto de interés de historiadores e investigadores de cine que deciden reconsiderarlos. No se puede dejar de mencionar tampoco la labor de mediatecas del mundo para reprogramar en diferentes eventos algunas de estas obras que fueron exhibidas con éxito o no en el pasado.
No obstante, las nuevas tecnologías han favorecido cierta permanencia o viveza del cortometraje de ficción y documental gracias a la ubicación en diferentes plataformas de las redes sociales, desde las cuales los usuarios interesados pueden ver por primera vez o volver a apreciar un cortometraje de acuerdo a sus gustos o por la necesidad de examinarlos para un trabajo investigativo. En general, la principal plataforma de difusión del cortometraje sigue siendo internet, tabla de salvación de muchos audiovisuales.
La validez de un cortometraje entraña, si no las mismas dificultades de un largo, al menos las exigencias pertinentes para que, como obra audiovisual, procure cumplir con su propósito recreativo, sociocultural, antropológico y, en el fondo, político. Tal cual Baudelaire le pedía a la crítica de arte que fuera apasionada, parcial y política, de tal modo se le exige a una obra de duración menor. Mas solo en apariencia. Todo corto posee también la ventaja de decir poco con mucho, y lo que pudiera fracasar en una historia y narración más extensa, el corto puede resolverlo por otro camino o, al menos, solucionarlo con otra suerte de magisterio. Pues es mejor quedarse con las ganas que dejar muchos cabos sueltos o perderse en subtramas o exposiciones que obstaculizan el cierre digno de la trama principal.

En el 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, dos cortos del apartado documental llamaron la atención por la validez de sus asociaciones. Uno es la coproducción entre Cuba y República Dominicana El reinado de Antoine (José Luis Jiménez Gómez, 2023) y el otro, de Cuba y España, es Futuro (Ángel Suárez Ávila y Amanda Cots Martínez, 2024).
En Futuro, los amigos protagonistas Daniel y Adrián acceden a ser registrados desde la supuesta integración a un retrato grupal de jóvenes que se reúnen a bañarse en el malecón habanero. Se integran a un paisaje urbano que simula ser radiante y gozoso, cuando en realidad es un paisaje que supervive en su condición deplorable, reforzada por el edificio en ruinas frecuentado por los amigos.

Las ruinas aíslan a unos chicos que son particularizados por sus anhelos afines y sus conversaciones, porque antes de que ocurra la separación, pues uno emigrará, han sabido compenetrarse no ya por grabarse con uno de sus celulares, sino porque refuerzan una amistad que es copartícipe de cuanto escuchan, miran y callan. Porque cuando hay amistad verdadera, a veces solo importa una presencia lacónica, aunque intensa, y con lo poco que se dice basta.
Futuro es la mar de observacional y de atmósfera desoladísima como prolongación de la capital, de esa Habana imperante que a veces ni puede ya amparar a sus habitantes, sino que a estos nos les queda de otra que tragar saliva y agua marina. ¿Qué sienten Adrián y Daniel cuando están con el grupo en comparación con cuando se recogen en la arquitectura devastada? Cuando juegan a los escondidos, y uno de ellos cuenta, al tiempo que sale a buscar al otro y la enumeración se extiende, la narración es de una agudeza conclusiva muy grande.

Así como Futuro se erige sobre todo en lo contemplativo y el predominio del sigilo, el dominicano José Luis Jiménez Gómez lo resuelve en El reinado de Antoine en la extroversión de representaciones que a veces ni son subordinadas, sino más bien entrecruzadas, porque la ocurrencia o inventiva ficcional del protagonista Vismán Pacheco Linares no tiene aquí parangón. ¿Hasta cuándo se representa dentro del corto la historia de El reinado de justicia del rey Antoine? ¿Cómo logra el cineasta dirigir a un chico con la fuerza de palabra y convocatoria de Vismán? ¿Hasta dónde le dio libertad para jugar a representarse dentro de otra representación?
La seriedad con que Jiménez Gómez registra a los hermanos y amigos para entender cómo viven y por qué elijen evadirse de la realidad con una dramatización es tan verosímil y sincera como el respeto a una marginalidad que nunca llega a ser ridiculizada. Tal vez, en edición, se eliminaron esos momentos en que debieron reírse cuando representaban el drama de reinado y justicia de un monarca español después de la conquista americana. El director hizo bien. Más por cuanto inserta unos minutos de ejercicio teatral, donde los hermanos purgan sus emociones empezando por la afirmación de uno que dice «soy más fuerte que tú» y el otro refuta con un «no lo creo».

La solución de que sea Vismán quien refuta es muy razonable. Pues lo que viene a continuación es tan duro, por decisivo, que el cineasta revalida en primer lugar que el protagonismo primerísimo lo tiene el carismático Vismán. Lo que hace después él desde su posición como director con el otro hermano, Alejandro Pacheco Linares, es indiscutiblemente genial.
Lo que complementaría a Futuro y El reinado de Antoine es el corto documental Parole, de Lázaro J. González, exhibido en el 45 Festival habanero en la sección no competitiva «En perspectiva». Pero ese sería otro texto.