Estar entre la parafernalia de artefactos y gentes de una puesta en cámara —para otros es más extendido: puesta en escena—, sea en interior o en exterior, es puro goce. Quizás porque es el principal y natural espacio donde habita esa especie humana conocida como director de cine.
Aun cuando es la cámara la decisora, al ser únicamente esta la que registra lo que el set le ofrece para que luego el montaje precise hasta dónde llega el aporte de ambos, en ese espacio nacen vivas, o muertas, las ideas estéticas del director en el intento de inventar una historia capaz de decirles algo a los espectadores.
Es difícil concebir que un director no llegue al set cargado de ilusiones, y como no soy de los que permanece en la pelea de las imágenes porque no le queda más remedio, sencillamente, adoro llegar al set. Cuando llego, de una simple ojeada, u olfateada, rápidamente registro que los volúmenes, las texturas y los colores, escenografía y ambientación, están dispuestos convenientemente, según lo planificado en la prefilmación.
De manera que cuando el primer asistente de dirección hace entrar a los actores, ya con el diseño físico imaginado, y aprobado, vestuario, maquillaje y peluquería comienzan a hacer crecer las expectativas, que no son más que una parte importante de la aproximación a la verdad que ese espacio, en bruto, debe mostrar.
Con la iluminación sobre esos volúmenes, texturas y cuerpos es que empiezan a revelarse las certezas que uno siempre espera que sobrepasen lo imaginado.
Luego del primer ensayo con los actores, visto a través de lo que encuadra la cámara, es entonces que aparecerá, o no, ese algo que todo director persigue intensamente: la atmósfera. Que no es más que la verdad, pero transfigurada en verdad artística, misterio que a veces ni sabemos cómo se consigue, pero que el montaje delimita y el sonido arropa para finalmente producir emociones.
Existen disímiles maneras para que un director haga el viaje desde el guion hasta el set.
Con competentes productores del cine cubano, como Miguel Mendoza, Camilo Vives o Humberto Hernández, aprendí que, como regla, el set debe montarse para ser aprobado por el director y el fotógrafo el día antes del rodaje, lo que supone un gran esfuerzo, pues hay que revisarlo al final del llamado. Todo para que, al otro día, al entrar el director al set, todo esté dispuesto según lo pensado.
Generalmente, en nuestro cine el director entra al set cuando casi todo está dispuesto para que él ensaye; ambientación, iluminación básica y actores listos, lo mismo que la figuración. Ensayo que puede tomar alrededor de una hora, o un poco más, según la complejidad de la puesta.
Pero hay cinematografías en las que los actores entran al set antes de pasar por maquillaje, peluquería y vestuario, de modo que el director, delante de todos los que tienen responsabilidades directas con la puesta en cámara, hace el planteamiento de cómo se filmará. Una vez que termina, entonces es que se procede a preparar a los actores, mientras el director de fotografía termina de ajustar la iluminación, y la cámara se prepara para filmar el primer plano.
Recientemente supe de otra manera, esta europea, en la que el encuentro no suele hacerse en el set, sino durante el almuerzo de los martes, donde el director y las cabezas de equipo se reúnen para escuchar al primer asistente explicar cómo serán los sucesivos días de rodaje durante esa semana.
Y es que el set, además de hacer tangible la concreción del sueño artístico de los varios cineastas que intervienen en un rodaje, también puede ser un hueco financiero si el productor no organiza todas las variables que allí convergen, y cuyo viaje iniciático comienza con la búsqueda de locaciones. Es imposible concretar un set si no se conoce bien la locación o si no se tiene la locación adecuada.
Así como el movimiento escénico está bajo la égida absoluta del director; la luz, del fotógrafo; los volúmenes y las texturas, del director de arte; la continuidad, del anotador; los fondos, del primer asistente; el sonido, del grabador de sonido directo, la organización en el set es responsabilidad del productor de rodaje, compartida con la del primer asistente de dirección.
Un set sin la logística adecuada hace más difícil conseguir buenos resultados artísticos, por muy talentosos y seguros de sí que sean el director, el fotógrafo y el resto de las cabezas de equipo. Y ha pasado que, tras el ensayo, el actor tiene que hacer sus necesidades fisiológicas a cien metros, el almuerzo llega tarde o nadie previó una fuente ruidosa que imposibilita grabar profesionalmente el sonido directo.
Financieramente, un set cuesta por el tiempo en que en este convergen un grupo numeroso de personas. Por tanto, entenderlo también como hecho productivo es importante. De ahí que el cine se valga del guion técnico, una eficaz herramienta para prevenir desastres, o amortiguarlos.
(Primera de dos partes)