El director James F. Robinson ha logrado dar con lo que rastreó con su cámara en los años noventa del pasado siglo. Preparaba por entonces un documental sobre lo que significaba Hollywood para los estadounidenses. Recientemente terminó Tinsel: la película perdida sobre Hollywood (Tinsel. The lost movie about Hollywood, 2020) y lo que ha revelado es que, más allá de las nuevas tecnologías y otras maneras de ver el cine, las audiencias siguen reproduciendo lo que determinadas imágenes han condicionado. Se enfrentará el espectador a una experiencia epocal que, en el fondo, ha variado para «facilitarnos» la existencia.
Si la voz en off que escuchamos en Tinsel… nos atrapa al instante es porque comienza diciendo algo de mucho interés para que no creamos estar ante otro documental acerca de la industria de cine estadounidense. Reparemos en la siguiente nota: «No importa cómo llegó a tener ese nombre. Hollywood siempre ha tratado de generar dinero, o al menos la ilusión de intentar eso».
En rigor, el audiovisual, en su primera etapa de registros en los años noventa, se interesó por las audiencias, en especial por cómo fueron influenciadas por el cine de la nación norteña. Los realizadores acudieron al método de la entrevista, la visualización y el empleo de imágenes que provocaron que la obra no se pudiera terminar. Tal cual se explica en Tinsel…, no se aprobó su posproducción entonces debido al desacato penal de haber utilizado fragmentos de películas clásicas sin permiso. Se archivó lo filmado, y pasado el tiempo se lanzó a la basura junto a otros materiales, porque el laboratorio que los conservaba quebró.
No obstante, años después, apareció una copia en «un viejo formato de cinta que nadie usa hoy» y supieron que existía desde los años setenta una ley, la Ley de Uso Justo, que permite que los filmes con derechos de autor apoyen nuevos materiales mediante la reutilización de imágenes, así fuera «para comentario y crítica».
Después de treinta años, Tinsel: la película perdida sobre Hollywood es testimonio de lo que era (o aspiraba a ser) Hollywood, de lo que aún es. Más que lo anterior es una suma de testimonios sobre lo que los públicos han preferido ver o les han habituado a ver. F. Robinson confirma un sentir generalizado de sentimientos y anhelos de una audiencia diversa, condicionada por las imágenes en movimiento.
¿Qué es el cine? ¿Cómo determinan algunas películas más que otras en la concepción del cine norteamericano de éxito y el que desea tenerlo? ¿Qué películas se suelen adquirir? ¿De poder hacerlos, qué tipo de filmes harían o escribirían? Al incluir opiniones del receptor «de la calle», aunque también de actores en ciernes y de cineastas e intérpretes ya reconocidos, Tinsel… deviene cápsula antropológica no solo de la formación de una cultura, sino de su influjo en el orbe.
La voz en off del propio director, asistida por fotografías de recortes de películas silentes, rememora lo que fueron los actuales escenarios de California. Sin manifestarlo abiertamente, sino con toda la sutileza del mundo, se sugiere que el olvido es otra de las actitudes de los consumidores de Hollywood, un olvido cercano a la indiferencia, que parece justificarse por la espera de lo próximo que te propondrán. El torrente de productos culturales —se insinúa del mismo modo— es un porrazo contra el surgimiento de un tipo de producto diferente. Avivar la curiosidad por lo nuevo impide el interés por la historia. De ahí que el director exprese que, en sus años de pasar por la esquina donde se colocó una placa en homenaje a Buster Keaton, no ha visto a nadie detenerse para leer lo que ahí está escrito.
Divido en capítulos, acaso sea el quinto, «Los premios», uno de los más interesantes, porque apreciamos otra ceremonia, previa y a la par de la principal, con desahogos emocionales y actos inesperados. No debiera descartarse tampoco lo que los admiradores opinan. Durmieron en las gradas y casi la mayoría quiere ver a Tom Cruise. Es el joven actor del momento. Con anterioridad, el director ha conversado con un chofer de limusina que resume lo que expone el documental, pues «si el público demanda verte y tenerte para entretenimiento, eso es igual a la fama».
Hacia los minutos finales, por si fuera poco lo apreciado ya, se comparten criterios tan categóricos que estimulan los suspiros por Hollywood, pero también las desconfianzas vigentes. Hay que verlo.